03. Club nocturno

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Dos semanas habían pasado desde que Alexandra se integró al grupo de Ilsa y, afortunadamente, todo entre ellas iba bien. El viernes después de la salida de la escuela, habían decidido hacer una pijamada en casa de Ilsa y el sábado por la noche saldrían a un club a donde, por primera vez, Alexandra asistiría.

Todas seguían muy despiertas aproximadamente a las 3 AM. Ya habían visto películas y comido un poco de todo, ahora estaban sentadas en el piso formando un círculo mientras conversaban de temas cualquieras.

—¡David me acaba de hablar! —Laura gritó con su celular en la mano y llamando la atención de todas.

El resto de las chicas, a excepción de Alexandra, comenzaron a hablar sobre asuntos que ella no entendía.

—¿Quién es David? —Alexandra buscó una respuesta para sus pensamientos.

—Es con el que Laura lo hizo por primera vez —respondió Sophia.

Si algo había aprendido Alexandra de ellas en ese poco tiempo era que se la pasaban hablando de hombres pero por primera vez tocaban el tema de la intimidad.

—Juro que David es el mejor hombre de todos y en todos los sentidos —afirmó Laura.

—Oye, Alex, ¿eres virgen? —preguntó Julia.

Quedó perpleja con la pregunta.

—Sí —admitió—. ¿Ustedes no? —se atrevió a preguntar.

—¡No! —dijeron al unísono.

—No puedo creerlo. Jura que nunca has tenido algo que ver con un hombre —dijo Ilsa.

—Lo juro —Alexandra dijo con vergüenza.

—Tienes 18 años. No puede ser que nunca lo hayas hecho —Rebekka estaba sorprendida.

No sabía que tenía algo de malo ser virgen a esa edad. Nunca le había preocupado y se sentía a gusto así como estaba. Era consciente de que las chicas de su edad solían atreverse a dar ese paso pero por su mente jamás había si quiera cruzado la posibilidad de hacerlo.

—No tiene nada malo —aseguró Alexandra.

—Uno de noveno de la facultad de ingeniería anda detrás de ti, Alex —Ilsa alzó una ceja—. Me lo dijo —aseguró—. Y no te quiere solo para tomarte de la mano.

Todas rieron ante lo que Ilsa había dicho. Alexandra sintió que sus mejillas ardían debido a la pena pues nadie jamás le había preguntado y dicho tales cosas.

—Pero no te preocupes, Alex. Mañana, igual y en el club consigues a alguien que te quite la inocencia —sonrió maliciosamente y después soltó una risa.

Minutos después, la plática terminó y todas se dispusieron a dormir menos Alexandra. El insomnio la había atacado luego del bochornoso episodio. Su madre había tenido con ella la plática de amor y sexo que se supone los adultos dan, sin embargo, ella no conocía a nadie que alguna vez la hubiera recibido. Su mamá había explicado que no tenía nada de malo amar a alguien pero que no era bueno ni sano a su edad hacer "cosas que los mayores hacían" y mucho menos si no sentía seguridad en el momento. Alexandra ya lo sabía de sobra. No iba a ser tan tonta para entregarse a alguien si no estaba segura de hacerlo.

A la mañana siguiente, todas desayunaron en la enorme cocina de la casa de Ilsa. La señora del aseo se encargó de prepararles huevos revueltos y tocino. Cuando terminaron, tomaron un baño y decidieron ver películas en lo que la noche llegaba para comenzar a arreglarse e ir al club.

Pregúntame si te amo (Max Meyer)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora