09. Entre besos y pizza

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Muy temprano por la mañana, Max entraba al campo de entrenamiento en donde el Schalke 04 se concentraba la mayor parte de los días para reforzar sus técnicas de juego. Se dirigió al círculo de jugadores que, por lo que escuchaba, solo platicaban y esperaban a que André Breitenreiter apareciera para dictar las órdenes del día.

Max divisó a Leon a lo lejos y, este, hizo un gesto con la mirada para saludarlo. Se integró con sus compañeros de equipo y los saludó monótonamente, Leroy chocó sus manos amistosamente con él y un par de minutos después todos se encontraban realizando estiramientos cuando el técnico de "Los Mineros" indicó que empezaran la sesión de calentamiento.

Max se encontraba algo distante de los demás pero Leon fue a donde él.

—¿Qué hay? —Leon mantenía el equilibrio de su cuerpo mientras sostenía una de sus rodillas en el aire.

—No mucho —Max respondió haciendo el mismo ejercicio—. ¿Qué hay de ti?

—Leroy y yo estuvimos esperándote anoche en el club —el castaño cambió de pierna.

—¿Dónde estuviste? —Leroy llegó para ponerse en medio de los dos amigos y entrar a la conversación—. Te dejamos mensajes porque nunca contestaste las llamadas.

—¡Cada uno tome un balón! —indicó Breitenreiter.

Los tres chicos corrieron a sacar una pelota de los sacos en que se guardaban y regresaron al lugar en donde estaban antes.

—¿Por qué no fuiste al club? —insistió Leon—. ¿Qué no viste ninguna notificación?

Claro que lo había hecho, había leído cada uno de los mensajes y declinado las llamadas entrantes por parte de sus amigos debido a que se encontraba cenando en el restaurante con Alexandra y nada le era más importante que ella en esos momentos.

—Sí las vi pero estaba ocupado. Salí con alguien —Max sonrió con intenciones de contar nada a sus amigos.

Leon dominaba el balón mientras hablaba.

—¿La conocemos?

—No lo sé —respondió Max.

—¿Era la del vestido blanco del otro día? —cuestionó Leroy.

Max rodó los ojos.

—Sigues obsesionado con la chica esa, no tenía nada de extraordinario —respondió bruscamente.

Estaba más que mintiendo, Alexandra lo había impresionado tanto que no lograba sacarla de su cabeza pero no pensaba mencionarles absolutamente nada de ella. Besarla había sido un error pues regresar a su casa completamente encendido era lo peor que podía ocurrirle y más cuando llevaba deseando a la chica por días.

—Para ti no lo tendría pero para mí si —regresó Leroy con un tono no tan agradable—. Además, no olvides que tú me la quitaste, si no lo hubieras hecho, tal vez no te habrías llevado una decepción.

—Como digas —Max alzó los hombros señalando a que le daba igual—. No valía la pena.

Alexandra sí valía la pena. Le gustaba que no fuera como las chicas con las que comúnmente salía ya que a pesar de que no tenía un cuerpo ejercitado o con alguna cirugía, no pedía nada a las que sí. Consideraba a Alexandra como un placer culposo por estar fuera de sus estándares pero era un tipo de culpa con la que estaba dispuesto a cargar.

Los jugadores del Schalke 04 continuaron con su sesión de entrenamiento alrededor de dos horas y media más pero cuando esta llegó a su fin, los integrantes del equipo fueron a los vestidores para tomar un baño y regresar a sus casas.

Pregúntame si te amo (Max Meyer)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora