34. Miami no siempre es la mejor opción

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Otras dos semanas pasaron y los días habían sido lentos y caóticos. Se acercaba el final del segundo semestre para Alexandra y los proyectos, exámenes, ensayos o ejercicios que debía entregar estaban llevándola a la tumba por todo el esfuerzo que estaba haciendo para poder sacar las mejores calificaciones y que así su madre no tuviera un nuevo pretexto que restregarle cuando la volviera a ver en julio.

Max la había acompañado solo un día de todos esos y había implicado una gran distracción que la mantuvo despierta hasta las 4 am para poder terminar un ensayo, pero por fin sentía un respiro después de haber obtenido la máxima calificación en dos materias las cuales había logrado exentar sus exámenes finales; ahora solo le faltaba batallar con otras cinco y que esperaba los mismos resultados.

El reloj de tocador de su habitación indicaba que las 9 pm se acercaban y ella aún no terminaba la tarea para el día siguiente, preparó café para permanecer despierta por lo menos unas cuantas horas más y movió sus cosas al comedor para poder colocar la taza en un mejor lugar y seguir trabajando.

El ruido y las luces de un auto se apagaron frente a la ventana de la sala de Alexandra y de inmediato supo que se trataba de Max. Se puso de pie y abrió la puerta antes de que tocara, el caminaba hacia la casa con la vista baja pero cuando se percató que ella se encontraba frente a él, la levantó y sonrió levemente. Últimamente los ojos de Alexandra se inundaban con facilidad y eso mismo ocurrió al verlo sorpresivamente ahí.

—Hola —saludó Max con una voz grave.

—Hola —Alexandra luchaba contra las lágrimas para que no salieran de sus ojos.

—¿Puedo entrar? —señaló la puerta—, vengo a hablar contigo.

Ella asintió y entró a la casa al igual que él. Max notó que ella estaba ocupada debido a que la mesa estaba repleta de sus cuadernos y libros con los que hacía tarea.

—Prometo no interrumpir tanto.

—Está bien, no pasa nada —alzó los hombros porque realmente no le importaba, sólo quería despejarse y hablar un poco con él.

Max se recargó en uno de los extremos del sillón y cruzó los brazos.

—Voy a Miami a pasar una semana con algunos chicos del equipo.

Miami implicaba cruzar el océano de una enorme extensión de kilómetros que los iba a separar y lo peor del caso era que mientras él estuviese allá no sabría qué es lo que iba a hacer y con quién.

—¿Cuando?

—Salimos de Berlín el lunes —Max respondió rápidamente.

Era jueves y entonces saldrían dentro de tres días.

—No llevaran a ninguna mujer, ¿cierto?

Alexandra se refería a las novias de los chicos con los que fuera.

—No, queremos convivir entre amigos —en parte era verdad.

—Bien, entonces... buen viaje —Alexandra se acercó a él y beso su mejilla, luego lo abrazó y él la soltó de inmediato.

—Nos vemos.

Max salió de su casa y condujo a su departamento con una enorme culpabilidad por no haberla abrazado como ella quería y él también deseaba. Alexandra no iba a arruinarle ese viaje que literal esperaba desde el año pasado, tendría mujeres a montón en cualquier lugar de la playa o club nocturno y tomaría provecho de unas cuantas para poder olvidarse de ella aunque resultara sumamente difícil, además mientras estuviera allá no pensaba contestarle ninguna llamada o mensaje para que por fin se diera cuenta que lo suyo había terminado.

Pregúntame si te amo (Max Meyer)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora