Max esperaba pacientemente en la habitación a que Alexandra volviera de su baño y de unos análisis que el doctor había dicho que le practicarían para asegurarse de que tanto ella como la bebé estuvieran en buenas condiciones. Pasar esos dos días ahí velando por su mujer en la clínica lo habían hecho reflexionar más de lo debido y tomar las decisiones correctas aunque aún no se las hubiera comunicado a ella, ya que después del episodio que había sufrido, Alexandra seguía manteniendo su distancia con él y prefería que no cruzaran tantas palabras.
La puerta de la habitación se abrió, Alexandra se encontraba en una silla de ruedas mucho más animada de lo que se había visto en las horas anteriores, llevaba puesto un vestido con sandalias que Ilsa se había encargado de entregarle después de que Max la había llamado para explicarle la situación y aunque ella hubiese querido llamar su atención aquella noche del club, ahora se arrepentía completamente y sentía un infinito aborrecimiento por él después de haberse comportado como un patán con su amiga.
—En unos minutos, el doctor viene con los resultados del laboratorio —dijo una enfermera para luego salir del cuarto.
—Gracias —pronunció Max.
—Con permiso —se despidió la mujer.
—Propio —ambos respondieron al unísono.
Quedaron solos y en silencio. Alexandra veía sus uñas para no mirar a Max, quien tenía sus ojos puestos en ella y parecía que no pensaba despegarlos.
—Te ves mucho mejor —él rompió el incómodo silencio.
—Me siento mejor —afirmó Alexandra.
—Me da gusto —Max sonrió.
Transcurrieron otros minutos en completo silencio que los consumieron en la desesperación. Deseaban gritarse todo aquello que sentían, querían liberar el odio inexistente entre ambos y buscaban encontrarse de nuevo en el camino que habían abandonado.
Unos golpes en la puerta del cuarto rompieron con su evidente tensión y el doctor apareció con un portapapeles y un sobre en sus manos.
—Buenas tardes, señorita Bleier —el hombre saludó.
—Buenas tardes —saludó Alexandra.
—¿Cómo ha estado usted, señor Meyer?
—Bien, doctor —respondió Max.
—Traigo los análisis de la paciente y las últimas indicaciones para antes de que se marchen —los dos asintieron—, Como ya les informé, la señorita Bleier padece anemia y hay que combatirla cuanto antes —le pasó un papel a Max y él lo tomó—. Esta es la receta en donde se encuentran los medicamentos e indicaciones que debe tomar y seguir en los próximos meses, no queremos más complicaciones sobretodo porque usted es muy joven y su embarazo ya dio una señal de alerta que no podemos pasar por alto —dijo dirigiéndose a Alexandra—, los demás valores sanguíneos se encuentran dentro de la media, a excepción de los glóbulos rojos que se encuentran en niveles bajos por causa de la anemia. En estas hojas —las tendió a Max—, se encuentran algunas acciones que tiene prohibidas, así como unos cuantos alimentos; por último, necesita el mayor reposo posible —concluyó el doctor.
Luego de algunos agradecimientos por parte de Max y Alexandra, el doctor salió de la habitación y volvió a dejarlos solos.
—Voy a pagar la cuenta y vuelvo por ti —Max la miró sin ninguna expresión facial.
—Está bien —aceptó para no discutir.
Max se dirigió al área de caja para solicitar la factura de los gastos efectuados y se sorprendió al ver el precio ya que era mucho menos de lo que él se esperaba, entonces comprendió que se trataba de una clínica particular no tan costosa pues era para el sector medio popular. Él le estaba pasando una muy buena cantidad de dinero a Alexandra como para que pagara el mejor hospital de la ciudad, ella no era ambiciosa en la cuestión económica y no entendía por qué entonces había optado por elegir ese lugar.
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Pregúntame si te amo (Max Meyer)
FanfictionLa pregunta no era cuántas veces la había tenido en su cama, sino cuántas veces la había amado realmente.