Capítulo 16

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*Narra Bruno*

Toqué el timbre de la casa de Vanessa y esperé unos segundos hasta que abrió.

—¡Bruno!— saludó —¿Qué tal? Pasa— sonrió dándome acceso.

—Gracias— le devolví la sonrisa.

—¿Qué se te ofrece?— me preguntó amable.

—Necesito que me ayudes en algo muy importante.

—Estoy escuchando, Mars— me señaló el sofá para que pueda tomar asiento.

Respiré hondo y le dije.

—Me gusta mucho _____ y necesito que me ayudes a hacerla mi novia. Quiero que sea especial para los dos.

Abrió sus ojos como platos. No reaccionaba.

—¿Te gusta, _____?— preguntó con dificultad después de unos segundos.

Sonreí cabizbajo y asentí.

—¡No puede ser verdad! ¡Tengo que decírselo a _____!— chilló emocionada mientras buscaba su celular.

—¡No!— grité y le arrebate el celular de las manos.

—¡Dámelo!— exclamó tratando de quitármelo.

—No puedes decírselo, Van. Se supone que es sorpresa— le dije obvio.

Me miró unos segundos y estalló en carcajadas.

—Disculpa— dijo entre risas.

Negué divertido y le devolví el móvil.

—¿Me ayudas?— hice un puchero.

—Si, tonto— rió —Empecemos.

Vanessa y yo conversamos casi toda la tarde. Me habló sobre varias ideas hasta que por fin me quedé con una.

—Gracias, de verdad, aprecio esto— sonreí.

—No hay problema, Brunz.

—¿Brunz?— pregunté divertido.

Rió.

—______, te dice así. Se me ha quedado.

—¿Habla de mi?— sonreí con autosuficiencia.

Puso los ojos en blanco.

—Sí, todo el tiempo— gruñó.

Un sentimiento de ternura invadió mi cuerpo.

—¿Cuándo se lo pedirás?— me preguntó curiosa.

—Probablemente el viernes. Me dará tiempo para organizar todo.

Sonrió.

—Te aseguro que a _____ le encantará.

—Eso espero— sonreí —Gracias otra vez Van, no se que habría hecho sin ti— la abracé.

—No es nada— correspondió a mi abrazo.

—Nos vemos— me despedí sonriendo.

—Hasta luego— sonrió.

Subí a mi coche y fui a casa para poder llamar a _____.

—¿Hola?— preguntó por la otra línea.

—Hola, _____— saludé alegre.

—Hola, Brunz.

Se oía tan sexy cuando lo decía.

—¿Qué harás mañana después de clases?

—Nada, estoy libre. ¿Por qué?

«¡Bingo!»

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