Suerte

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La semana se pasó con una rapidez pasmosa, nada destacable sucedió.

Emmett no le contó a mamá sobre mi encuentro con Tanya, pero se mantuvo distante, estaba enojado pero ¿qué podía hacer yo? Con las cortesanas no tuve mayor problema ni tampoco Rose y con su rey me mantenía tan fría y petulante como podía, su presencia me afectaba más de lo que su crecida cabeza pudiera pensar, no podía ni debía dejar que él lo supiera. No quería agrandar más su ego.

Era sábado y las chicas me esperaban para ir a la salida de chicas alias compras aburridas, pero ellas querían que las acompañara así que lo haría con buena cara por ellas.

-Bella, tardas demasiado, las tiendas se van quedar sin nada.- inquirió Alice

-No exageres, Alice.

-Alice sin exagerar no es Alice- dijo Irina.

-¡oye!- golpeó suavemente su brazo. Pasadas las burlas nos subimos al porsche amarillo, bastante ostentoso, de Alice.

Me distraje durante el camino mirando el verde follaje, anhelando los acantilados de Phoenix, tanto que no supe en qué momento me quede dormida.

-Despierta, Bella.

-Ya estoy despierta.

Todas rieron por mi cara de recién levantada y nos apresuramos a la primera tienda. En ella, se probaron faldas, blusas y tacones sin decidirse por ninguna. En las demás tiendas fue igual, en especial por que según Alice nada era lo suficientemente bueno; discrepaba, me parecían bastante lindas las prendas de las tiendas, en especial una blusa azul de manga corta y lunares negros.

-¿Por qué no te la compras?- me instó Irina.

-No sé, es linda pero, para llevarla en Forks necesitaría de un milagro.

-No importa, compratela, luego te abrigas con un suéter o puede que ocurra el milagro, pero no pierdes haciéndolo.

-Pierdo dinero.

-No- dijo exasperada- si por alguna razón decides volver a Phoenix te servirá así que no es perdida.- Irina terminó convenciéndome y me compre la linda blusa al cuerpo azul.

La tarde se pasó entre compras y no compras, pero decidimos ir a tomar un café y unos helados. Nos atendieron unos chicos de mi edad musculosos, atléticos y de sonrisas perfectas.

-Ten, preciosa- me tendió mi helado de vainilla el de cabello rubio y ojos marrones, le di una sonrisa tímida.

-Gracias.

Las miré de vuelta cuando el chico se había ido y ellas me dieron una mirada de complicidad.

-¿qué?

-Nada, Bella, solo que ya estas ligando con aquel chico.

-No estoy ligando con nadie.

-Esa sonrisita no es de cortesía

-Claro que sí, él fue amable conmigo, tenía que ser amable con él.

-¿segura?

-Totalmente.

-Vale- se callaron ante la sinceridad de mis palabras. Dios, el solo hecho de imaginarme ligando con alguien me ponía de los nervios, yo no sabía ni siquiera como se ligaba salvo por las romanticonas películas que veía con mamá, además nunca quise hacerlo, no es necesario, no es algo que tenga importancia para mi.

-No, el más lindo es el rubio con el que Bella se sonreía- a la mención de mi nombre me devolvió a la vida.

-¿Qué?

Tú...IdiotaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora