¿Y si no fuera el villano, sino el chico bueno?

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Luego de rehacer mi tarea y acostarme tarde, tuve pesadillas con el rey. Eran graciosas en un principio, estábamos en la edad media y yo era hija de un señor feudal, estaba en el salón de baile, correteando con la hermana del rey, Alice estaba con un vestido azul jade, muy hermoso; de las escaleras bajaba su hermano y nos separaba con sólo una mirada, me dejaba inmóvil en una pared mientras veía como Alice subía los escalones con la cabeza inclinada, en respeto al rey Edward, con su traje rojo adornado ¿cómo podía haber alguien tan guapo como él? Se paraba enfrente de mí y susurraba a mi oído «A mi habitación ahora» y sin poder decir una palabra yo subía los escalones y entraba a su habitación, donde él aparecía y empezaba a retirar mi vestido también rojo.

Lo que le siguió en el sueño me despertó de inmediato, mientras estaba con la respiración entre cortada; me levanté a mi baño y vi mi rostro del mismo color del vestido ¿por qué soñaba...eso con él? Ese idiota... debía dejar de estar cerca de él y cerrar con candado mi habitación.

Retorné a la cama y empecé a oír gemidos desde su habitación. «Dale, Edward» Yo conocía esa voz, era Tanya, una fugaz idea cruzó mi mente y me pedía a gritos que les aventara un cubo de agua encima. Por supuesto no lo hice, yo había prometido que iba a ser más madura que él, si hacia eso, probablemente desataría un problema en casa y eso no me apetecía, por ello encendí mí reproductor y me coloqué mis audífonos. Maldije una última vez antes de dormir arrullada por mi música.

A la mañana siguiente, preparé el desayuno de todos. Edward bajó como si nada hubiera pasado la noche anterior; por mi lado evitaba cualquier contacto visual que no fuera necesario. Edward nos llevó en su auto y cada uno tomo la dirección de sus respectivas clases.

—Hola —me saludó James dándome un casto beso en los labios.

— ¿Cómo estás?

—Bien, mi vida, preparando todo para nuestra cena del viernes —me sonrió y sus ojos marrones me parecían tan...aburridos, como si ese brillo no estuviera. ¿Qué andaba mal conmigo? No era como si James me fuera ajeno, aun su sonrisa me parecía muy hermosa e irradiaba calidez de su mirada no podía negarlo, además, él no era Mike, pero claramente no era el príncipe que solía partir de mis sueños, esperaba, realmente lo hacía, que el retorno de la normalidad trajera consigo mi amor también.

En mis clases volvía a ser yo, la antigua, esa que solo quería una beca para estudiar periodismo. En lengua Royce me sonrió con satisfacción y le devolví la sonrisa que hacía mucho no usaba, la socarrona sonrisa de superioridad; me sentí muy bien al poder hacerlo sin que tuviera repercusiones en mi vida.

—Hola, Bella —me saludó Mike cuando me senté a su lado.

—Hola, ¿cómo estás?

—Bien. Oye, sé que eres muy buena en la escuela y me preguntaba si... —bajó su mirada y luego me miró con vergüenza.

— ¿Necesitas ayuda en algo? —procuré mi tono fuera amable.

Mike me parecía un buen chico, el típico modelo americano, aquel que está en el equipo de la escuela y se gana una beca por ello, pero su amigo, Royce, le hacía perder todo cuanto fuera bondad dentro de mí.

—En química, no le entiendo a Banner, no puedo con él ¿me podrías explicar?

—Mike...yo — ¿cómo decirlo sin ser muy osca?

— Bella, por favor, quiero pasar química con buenas notas esta vez, es sólo inorgánica e hidrocarburos —me suplicó con la mirada, pero mi resentimiento iba más allá de la benevolencia de mi alma.

—Mike, me encantaría ayudarte, pero es cuestión de principios.

—Supongo que esto va por Royce.

Tú...IdiotaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora