Las sonrisas de los rotos I

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No sería razonable decir que estaba muy bien tras nuestra discusión, hay más en mi corazón por él que por cualquiera, incluso más de lo me aprecio a mí misma, y pensar en su dolor me afectaba, pero mentiría si dijera que todo mí ser se encontraba así, para ser sincera una parte de mí, egoísta, se sentía dichosa al saber que dijo lo que le carcomía, ya me quité un peso de encima por cruel que suene.

De alguna manera ya no podía esperar mi nudo en el estomago al verlo en la mañana, sí estaba preocupada por su salud mental, era evidente que él no estaba con sus cinco sentidos funcionando a la perfección, pero más allá de la preocupación filiar lo demás ya no era lo que podía suponer por necesidad; era reconfortante pensar que él podría hacer su vida y yo la mía sin sentir que mi mundo entero estaba hecho trizas.

Sonreí por ende esa mañana mientras hice el desayuno, mamá y Carlisle saldrían del trabajo en un par de días para las festividades, ahora solo estábamos los cuatro. Llamé a la mesa y bajaron enseguida; pude sentir la mirada de Emmett, algo preocupada, por lo que le sonreí con sinceridad, Alice estaba dichosa porque Jasper llegaba hoy e irían a cenar.

Sin embargo una cara, ida y vacía, resaltaba en nuestro mar de felicidad; por ese breve instante mi corazón se arrugó y quise abrazarlo, arrullarlo contra mi pecho hasta hacerlo feliz; vi luego a Alice y estaba mirándolo ahora a él, luego a mí preguntando en silencio que ocurría, no sabía que respoderle así que me limité a levantar mis hombros. Su aura de dolor, evitó que hubieran conversaciones en la mesa, sólo habían miradas llenas de preocupación. 

Comió su desayuno con lentitud y antes de irse de la mesa agregó:

  — Estoy bien—espetó—. No tienen que verme como si me fuera a suicidar.

— Edward, espera — suplicó Alice mientras él se alejaba, nos miró por un segundo y luego corrió en pos de él.

Suspiré.

  — ¿Sigue así por Elena?—inquirió Emmett.

  — Sí o eso supongo —dije apesadumbrada.

 ¿Qué era esto que sentía? No era dolor, no se rompía mi corazón, era una clase de soledad que no podía definir con facilidad, ¿por qué veía ahora todo oscuro y frío? 

  — Bella ¿estás bien? —mi hermano apoyó su mano en mi hombro y le miré a los ojos sin realmente saber que decir, mal no estaba, eso era seguro, pero tampoco diría que me sentía de las mil maravillas.

  — Sí, o algo así, lo que dijiste ayer me ayudó mucho —irse por la tangente siempre era buena opción.

  — ¿De verás?—Su ceño fruncido en angustia se suavizo eso acogió mi corazón en ternura del tamaño de sus enormes manos ¡es como un niño!

  — Puede despejarme anoche, Emm, solo que...—me mordí el labio cuando estuve apunto de hablar sobre mi conversación poco amable con Edwrad.

  — ¿Qué sucedió, Bella? Edward estaba mal, pero a tal punto ¿tienes algo que ver con eso? —inquirió mirando directo en mis ojos, como hacía de chicos cuando quería que le confesara cuantos de sus juguetes había roto.

  — No sé que es lo que le pasa —rehuí de cierto modo la pregunta, yo suponía que una parte de lo que fuera que le pasaba a Edward era culpa mía, o bueno, yo encajaba en algún lado, aunque sonara muy arrogante, era una certeza que Edward y yo estábamos ligados a estar en las miserias del otro, pero en realidad no sabía nada de lo que le estaba pasando, incluso yo estaba tan desconcertada como ellos.

  — No sé porqué te creo —dijo dubitativo.

— Emm, deberías hablar con él —mencioné dejando que mi apremió fuera evidente—, me preocupa, y sé que con Alice no va a ser suficiente, de hecho sé que no le dirá nada a ella — << y probablemente tampoco a ti>> agregué mentalmente. —, quizás contigo se abra más, digo eres como su mejor amigo ¿no? Nada se pierde con intentar.

Tú...IdiotaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora