¿Y si no fuera el villano, sino el chico bueno? II

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— ¿Qué están haciendo? —la voz provenía de mi adorada hermana que nos veía desde la entrada.

Edward se irguió para poder contestarle, él estaba a mis espaldas y había estado rodeándome con sus brazos mientras me susurraba las notas que tocar.

—Le enseño a tocar piano —explicó Edward. Alice enarcó una ceja en mi dirección preguntándome en silencio si era cierto, asentí con el calor en mis mejillas.

—Vale.

— ¿Dónde estabas? —acusó Edward interrumpiéndola a mitad del escalón.

—Con Jasper y Rose ¿hay algo malo con eso?

—No.

Alice se marchó y vi a Edward mirando en su dirección con las manos crispadas.

—No pasará nada malo, debes dejar de ser tan sobreprotector con ella —le aconsejé mientras tocaba la escala que él me dijo era la de sol.

—No puedo dejar de serlo, ella es mi vida —me dijo con sus ojos esmeraldas.

—Y por eso debes dejar que ella haga su vida y estar para ella, sin abrumarla —le sonreí y me devolvió la sonrisa.

Durante ese fugaz segundo todo pensamiento que tuviera se colapsó, su sonrisa torcida, dulce y comprensiva hizo a mi corazón dar un maratón de cinco kilómetros en un parpadear. Sentía el calor subir por mis mejillas y me molestaba sonrojarme por una sonrisa, por ello, escondí mi rostro de su inquisidora amable mirada enfocándome otra vez en el piano.

—Vas bien —me dijo apoyándose en el piano. No me atreví a mirarlo aún, mi corazón necesitaba unos segundos más para retomar su estado de reposo.

—No creí que se me fuera a dar —le confesé tocando la escala más rápido.

—Creo que deberíamos dar el siguiente paso.

Dicho esto volvió a su posición anterior, justo detrás de mí, acomodó sus labios en mi oído y murmuró:

—Vamos a afinar tu oído, te cantaré la nota y tú la tocarás ¿de acuerdo?

—Sí.

—Bien.

Entonces comenzó a cantar en mi oído, y si antes su voz me había parecido aterciopelada ahora era canto de los ángeles.

—Isabella, no estás tocando.

—Perdón —sacudí mi cabeza e intenté disipar la bruma que se había instalado en mi cabeza; cuando finalmente pude hacerlo procuré tocar la nota que cantaba, por cómo iba, eso de afinar mi oído era una prioridad.

El miércoles y jueves pasaron demasiado rápido como para apreciarlos, pero quizá iban corriendo porque en serio los disfrutaba en su gran mayoría. En la escuela, mi relación con James se parecía bastante a lo que era antes, no lograba ser tan comprometida pero seguíamos juntos y, por lo menos, ya no me sentía atada a su bienestar; la promesa que le había hecho a la madre de James ya no me atormentaba día y noche, eso era un alivio. Con las cortesanas no hubo mayor interacción, salvo oír a Tanya todas las noches en la habitación de Edward, algo que comenzaba a molestarme mucho sin entender la razón, Edward podía hacer lo que quisiera con su vida, no debía molestarme hasta el punto de querer arrancarle, ya no sólo la falsedad sino la vida misma a Tanya; Lauren pululaba diciendo que era mejor que Rosalie y Royce no se quedaba corto asegurando que Rosalie era una amargada incapaz de estar con un hombre, que era una bruja en toda la regla, asombrosamente Rose no hizo nada respecto a eso, seguía de largo cuando hacían comentarios de ese estilo, con la frente en alto y sonriendo al lado de Emmett.

Tú...IdiotaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora