Historia del lúgubre reino II

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Bella:

¿Era acaso posible que el semblante fiero y siempre altivo de Edward fuera una fachada y en realidad sufriera, al menos, aunque fuera un poco, como yo? Si me hubiera preguntado eso, una semana atrás, un día atrás incluso, la respuesta sería un no rotundo, sin embargo las lágrimas del rey sobre mi hombro, su garganta lastimandose por los sollozos interminables y su cuerpo desmadejado hicieron que esa respuesta cambiara.

Algún tiempo atrás quise verlo en esta situación, tan roto como yo estaba, sin embargo, su dolor me hería mas de lo que nunca imaginé, ¿Podría ser que mi corazón le perteneciera hasta ese punto?

— ¡Lo siento¡ ¡Lo siento! —repetía como mantra.

No respondí, no podía hacerlo. Sus razones para ser como era no me parecían válidas, en todo caso, Alice fue la más afectada, no él, sin embargo ahora comprendía más que nunca que los humanos, algunos, estamos hechos para la tristeza y aferrarnos a ella con uñas y dientes.

Otros ven las posibilidades bellas del ahora y el pasado deja de ser doloroso, como Alice; yo era de las que se aferraba al pasado, a lo que no llegó a ser ¿Era eso sano para alguien?  Entendí algo tarde que sólo me hacía daño a mí misma, no fue Edward el que me rompió, tampoco James o la partida de mi padre, fui yo con el hubiera.

Todo era claro para mí ahora...pero no para el niño que lloraba en mi regazo, el cuerpo de Edward se sacudía con cada sollozo y entonces el conocimiento que poseía quería brotar de mí a las almas rotas por sus anhelos.

Duramos por lo menos la tarde entera en nuestro extraño abrazo, él seguía disculpándose, yo le acunaba su cabeza mientras mi mente decidía si estaba lista para perdonar, no era su culpa que yo me hubiera centrado en las posibilidades, pero sí fue su culpa dar pié intencionalmente a esos anhelos.

— ¿Bella?

Los sollozos se detuvieron, también los temblores; me percaté que estaba llorando con él cuando tomó las lágrimas que caían.

— ¿Sí? —contesté sonriendo.

— ¿Por qué sigues aquí? Te hice tanto daño, estás llorando y me das consuelo ¿Por qué?

— Bueno, también he hecho daño.

— Bella...eres tan buena, no mereces nada de lo que te hice ¿Me perdonarás?

Sus ojitos, aún húmedos, enternecieron mi corazón, mis labios quisieron susurrar un sí con desespero, a pesar que ya no sentía el mismo tipo de dolor que antes, aún quedaba en mí el recuerdo de sus ojos jades, quizás ahora era muy pronto para perdonar, pero al menos existía esa posibilidad para mí, para él.

  — No... no puedo, no aún —le respondí.

— ¿Queda esperanza? 

— Sólo no presiones —lo tomé por los hombros y contuve mi cuerpo antes que cometiera una tontería besándolo, en su lugar, me incorporé y me retiré a mi habitación.

Allí, nuevamente sola, suspiré y comencé a llorar como era debido; él podría arrepentirse y yo lo podría perdonar, pero jamás él me vería como la llegó a ver a ella, jamás yo sería suya y él mío. No, en eso, no había esperanza.

Edward me llamó para cenar , él mismo lo había preparado, aún vi el dolor de su corazón mientras removía de un lado a otro su plato; mi lado dulce me decía que tomara su mano y comenzara a hacer llevadera su pena, mi lado roto, algo malvado y cruel, me pedía que lo dejara hundirse sólo y disfrutara mientras lo hacía. Antes de tomar la decisión y antes de ir más allá abrazandolo, el timbre de la puerta retumbó impaciente.

Tú...IdiotaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora