Confunde y reinarás II

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La dulzura de sus labios resultó embriagante, nada era percibido por ninguno de mis sentidos salvo su existencia. Sentí su mano bajar desde mi nuca, por mi espalda... me recorrió una corriente eléctrica que no sentía desde mucho tiempo atrás...quise más, quise que me tomara una vez más...

Luego, cuando recorríamos mi habitación llegando a la cama, lo paré en seco con las lágrimas a punto de salir de mis ojos.

— Vete —mascullé en un suspiro conteniendo mi llanto. Edward me miró con gemas esmeraldas y deshizo el camino de su mano nuevamente a mi cara, acarició con cariño mi mejilla y se retiró a su habitación.

Me desplomé en el suelo tapando mi boca para evitar que los sollozos escaparan de ella. Mi corazón sangraba por recuerdos de aquella noche donde por minutos fui muy feliz llena de éxtasis, pero que fue una mentira, que fui usada, como podía ser ahora, el consuelo en su desdichada vida, nada más, un cuerpo en el que despejarse... no quería eso, no sería una Tanya.

Luego la sonrisa lobuna de Jacob se coló haciendo mi miseria aun más dolorosa, no había pasado un día y ya lo estaba traicionando ¿Qué clase de persona era? ¿Cuánto me había corrompido el rey?

No merecía la felicidad que él quería darme, no era mucho mejor que el rey corrupto, malvado, rompería a Jacob tal como yo lo estaba, él no tenía porque cargar conmigo. Algo tenía que cambiar en mi vida y no podía saber qué era, no encontraba forma de alejarme de Edward, físicamente al menos, vivíamos juntos y desilusionaría a mi familia de irme de su lado, tampoco quería ser una cobarde que huye de sus problemas, entonces irme de casa no era precisamente una solución plausible; por otro lado... podía ignorarlo, podía simular que no existía ¿era eso lo correcto? Lo dudaba para ser sincera, mi yo que lo amaba no quería dejarlo solo en su sufrimiento, por supuesto es un yo masoquista, de otro modo eso sería cortado de tajo, pero me parecía irresponsable dejarlo a la deriva con su senda de autodestrucción. 

— ¿Bella? —Retiré mi rostro de mis manos y vi a mi hermano con el rostro compungido.

— Hola ¿Qué haces aquí? —me reñí a mi misma por haber dejado la puerta abierta.

— ¿ Qué va mal? 

— No es nada...de veras, tonterías mías —le supliqué con la mirada que no preguntara, pero bien es conocido mi hermano en ignorar esas señales.

— Bella... dime, no soy tonto y no voy a caer, no es papá.

— ¿Acaso puedes tu saber eso?  

— Bella...

— Emmett...

— Deja de ser testaruda, ya, necesitamos hablar, y no, no basta con Alice, yo soy tu hermano de sangre, hemos estado juntos mucho tiempo como para que vengas con tu niñerías, hablemos los dos, ahora, como siempre ha sido.

Me denudé en llanto mientras sus palabras se calaban en mí,  porque tenía razón sin lugar a dudas, en todo, estaba sola, él era mi hermano y yo... simplemente mentía sin reparos, usaba como escusa a los demás, justo como iba a hacer ahora. 

  —  ¿Emm, cómo separas tu corazón de lo que te hace daño? Yo... sólo sigo amando algo que me lastima y se lastima a si mismo y no sé que hacer.

  —  ¿Es por él?

  —   Sí...— si no digo su nombre no cuenta. No lo estoy usando.

  — Bueno, a veces dejar ir es la solución, tratar de olvidarlo; el olvidar implica sólo alejarse y nunca más volver,  otras quizás implica perdonar, la opción que escojas depende de lo que estés dispuesta a hacer, ¿sabes? si quieres alejarte, bueno, todos entenderíamos, esto—señaló el rededor—, puede estar recordandote cosas malas, el estar aquí en Forks, y si sientes que alejarse está bien y es lo que te puede ayudar hazlo;pero, si no quieres eso, Bella, lo que te queda por hacer es perdonar...porque el rencor no solucionara nada...

Tú...IdiotaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora