Un oscuro corazón no puede cambiar

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Edward:

El aplauso fue la corroboración que la princesita hizo un buen trabajo con el discurso, su sonrisa también me decía que ella estaba disfrutando esto, mentiría si negara su belleza, sus ojos brillaban e iluminaban donde fijara su vista.

Bajamos de la plataforma y tomamos nuestros asientos nuevamente, empezaron a entregar las condecoraciones para luego entregar los diplomas, a Emmett le otorgaron al mejor deportista y a Rosalie la mejor en debate, por supuesto a Isabella y a mí nos felicitaron por las becas que obtuvimos, no fue necesario levantarnos para esto y vi en el rostro de la princesa como eso suponía un alivio, sonreí imaginándome como su miedo se hacía realidad, caerse al subir las escaleras.

Nos llamaron a Alice y a mí para recibir nuestros diplomas. Alice estaba radiante y hermosa, le tendí la mano para ayudarla a subir con una sonrisa en la que esperaba le mostrara todo mi orgullo. Luego llamaron a los demás, todos estaban a la expectativa de una estrepitosa caída, que no llegó, Emmett estuvo allí para ella evitando que se cayera. Tras las palabras finales lanzamos los gorros y la ceremonia terminó.

A la salida Esme y mi padre nos esperaban para abrazarnos, besos y palabras de amor se repartieron para luego dirigirnos, junto a los Hale, a un restaurante en Seattle donde terminamos de departir la tarde. No salimos luego de esto ya que nos castigaron por la última vez.

— Sé que me extrañarás —anunció Alice sentada en mi cama.

— ¡Por fin estaré en paz! —exclamé sonriendo mientras empacaba mi último equipaje.

Hoy partiríamos Isabella y yo a Hanover a instalarnos en el apartamento que compartiríamos por el resto de nuestras carreras. Nuestros padres decidieron comprarlo porque sería una inversión inmobiliaria a futuro, y podríamos mejorar nuestra relación. Sólo con la primera estaba de acuerdo.

— También te voy a extrañar — dijo bajando su cara.

— Mi pequeña —comencé— fastidiosa, estarás bien sin mí un tiempo, creo que es tu momento de reinar...

— Siempre creí que te molestaba que te dijera rey —Sonrió.

— De tu parte nunca.

— Edward...

— No, Alice, simplemente no, ya intenté arreglar todo con ella y no quiso aceptar mis disculpas.

— Edward, tarde o temprano las aceptará, no es como si le hubieras roto el corazón —dijo en broma mientras en un lugar recóndito de mi mente me decía lo idiota que aún era.

— No importa, Al, sólo nos veremos contadas veces en casa —le resté importancia aun si era consiente que sería una pena que me atormentaría por toda la existencia.

Alice entendió que no me apetecía seguir hablando de Isabella así que siguió lamentándose por estar lejos de Emmett, papá, Esme, Jasper y la princesita; muy a mi pesar, Isabella no resultó ser la bruja que yo esperaba encontrar en ella, no quería destruir a mi hermanita, tampoco a nadie más...salvo a mí, por supuesto, pero tampoco era ella una dulce conejita, y por ello aún debía cuidarme en su presencia, ella me quería ver caer.

No lo conseguiría.

La mañana siguiente partimos al aeropuerto de Seattle con la mayoría del equipaje, el resto llegaría por encargo, para abordar el vuelo de cinco horas a Hanover. Los emotivos abrazos llegaban de todos lados; Alice estaba llorando al igual Esme, Emmett intentaba ocultar las lágrimas que se derramaban y mi padre abrazaba a Esme.

— La cuidaras ¿verdad? —me pidió el grandulón tomándome por los hombros.

— Haré lo que pueda —le aseguré.

Tú...IdiotaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora