El monstruo

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Una semana antes de que se cumpliera el año de mi padre, le pedía a mi madre traer sus cenizas a Forks, para que estuviera más cerca de nosotros y en la tierra que él amaba; mi madre entre lágrimas acepto y a los dos días enterramos a mi padre junto a mi abuela. Lloré en el brazo de Emmett mientras él me abrazaba; entendí que jamás iba lograr que se esfumara el dolor, pero al menos, lo podría soportar. Desde ese día llevaba en mi cuello el collar de la bellota todo el tiempo, me daba la fuerza para seguir, era mi padre justo a mi lado.

Los siguientes meses al entierro hubo un renacer en mi interior. Volví a ser la mejor en todo salvo gimnasia que había comenzado con tenis y la pelota había dado a parar en la cabeza de Mike más de una vez, sin ser eso intencional, sino que él se empeñaba en ser mi compañero y parecía que asumió su destino como diana.

En idiomas me jactaba de humillar a Royce, quien creía ser el mejor hablando español pero no me llegaba ni a los tobillos, era satisfactorio mostrarle cuan inferior era a mí, pero no libraba mi alma del deseo de venganza, esa bofetada seguía sin ser absuelta.

Edward estaba siendo realmente dulce y amable conmigo, no solo en las noches, ya no me trataba con sarcasmo e improperios y podría incluso decir que me estaba sintiendo tan amena como cuando Emmett estaba conmigo; Ya que éste había empezado a salir con Rosalie, aún no eran novios pero apostaría mi mano derecha a que no faltaba mucho para que eso pasara; Alice también estaba conmigo algunas tardes ideando planes cuando Rosalie fuera nuestra cuñada y tuviéramos que hacer salidas de parejas; por supuesto, siguió insistiéndome en que dejara a James, aunque mi mente me decía que era el momento, mi corazón me imploraba que no, él seguía muy débil por lo de su madre; sabía en el fondo que cada vez que me decía a mí misma que cuando él estuviera mejor lo iba a dejar, era la mentira más grande que me había dicho.

Estaba caminando a mi clase de Sociales cuando choqué con alguien. El perfume me indicó quien era y el odio surgió en mi interior.

— ¿Es que aún no sabes caminar? —dijo Tanya con sorna.

— ¿No será que tanta falsedad te dejo ciega? —le contesté encarándola.

— Mira niñata, no eres nadie para hablarme —se devolvió y con petulancia se acercó a mí.

— Soy y siempre seré más que tú, ofrecida —agregué con una sonrisa socarrona.

— ¿Te crees mejor porque convives con Edward? Ja, vaya ilusa.

— Yo soy una reina sin necesidad de él, pero tú vives rogándole para estar a su lado, no necesito venderme para valer algo.

— ¿Qué me quieres decir, tonta?

— Lo que todo mundo sabe eres.

— Eres una estúpida, ya verás... —Tanya se acercó mientras hice lo mismo, llevaba días deseando arrancarle sus extensiones.

— ¡Tanya! Aléjate de mi hermana —me giré y Emmett venía caminando con el ceño fruncido en nuestra dirección.

— ¡Qué bueno llegaste, Emm! Así controlas a esta niñita — ¿En serio le dijo «Emm» a mi hermano?

— Cállate, Tanya —sonreí con arrogancia. Es mi hermano, perra—. Bella, ve al salón.

Asentí, ya había tenido mi momento de disfrute con la cara de Tanya.

Iba a entrar al salón cuan oí un grito que reconocería de inmediato.

— Emm —lo miré, él ya estaba corriendo en dirección del grito.

Tú...IdiotaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora