Espejismo I

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  Me desperté con los ojos inflamados de tanto llorar durante la noche, además de un terrible dolor de cabeza producto del llanto inoportuno.

Miré mi reloj y me levanté de la cama de un salto, eran las doce del día y no había hecho el desayuno aún.

Bajé corriendo la escalera y de milagro no me caí esta vez, entré en la cocina y me choqué con un torso descubierto que llevaba un desayuno que terminó en mi pijama. Levanté mi vista y vi la sonrisa burlona de mi hermano.

— La bella durmiente se despertó —me besó en la frente y me sonrió—. Iba a levantarte, justo ahora... ¿estabas llorando?

Oculté mi rostro y negué.

— No me mientas —dejó la bandeja en la que todo se había desparramado y me levantó la barbilla—. ¿Por qué lloraste?

Incapaz de disentirle respecto al llanto, decidí ocultarle parte de las razones, él no debía saber del monstruo que era mi novio.

— Sólo era papá, Emm. Ayer encontré la bellota que recogimos y... me puso algo sentimental —le sonreí—. No es nada, pero debiste despertarme para que hiciera el desayuno.

— Bella, papá siempre está con nosotros, y no le gustaría que lloraras por él —me abrazó y besó mi cabello —. Además, quería que descansaras un poco, y no hiciste falta, Edward es un excelente cocinero ¿verdad Ed?

Emmett se volteó dejándome ver que en el fregadero estaba Edward lavando los platos y escuchando nuestra conversación, le fruncí el ceño cuando se giró para encararnos. Idiota, aún no olvidaba que él robo mi bellota.

—Ya te he dicho que no me digas Ed, Emmett. Es un gusto verte, Bella —Se giró y nos dio la espalda, pero vi como sonreía por mi ceño.

— Bell's, iremos a comer a Port Ángeles ¿quieres venir? — me convidó Emmett. Volví a posar mis ojos en mi hermano dejando mi desprecio en la espalda desnuda de Edward.

— ¿Hay algo para celebrar? —pregunté consternada.

— No, pero Edward piensa que debemos arreglar las cosas y salir todos juntos, Rosalie ya aceptó, también Alice y Jasper...entonces... ¿sí? — sus ojos esperanzados me pedían que fuera.

— Voy —acepté intentando ocultar mi descontento—. ¿Saldremos ya?

— Teóricamente en media hora —sonrió con malicia mientras veía su reloj—. Corre si quieres estar lista.

— Tonto —lo empujé sin llegar a moverlo.

Pero le hice caso y salí disparada hacia la escalera sin llegar a caerme está vez, sólo era cuestión de práctica.

En mi habitación lo primero que hice fue arreglar mi cama y tomar mi bellota para apretarla contra mi pecho, luego la coloque en mi armario, cerca de mi joyero, y de allí tomé un simple pantalón de jean y una camisa de algodón con un suéter; si bien durante nuestras vacaciones había estado templado el frío invernal era monumental, la nieve había cubierto las carreteras y en mi ventana había hielo colgando. Era hermoso, debía admitir, nunca antes había visto nevar sino en películas, en Phoenix no había forma de que nevara pero aquí era tan bello que estuve embelesada con los conos de hielo colgante y con los copos por mucho tiempo.

— ¿Bella, estás lista ya? —gritó Emmett desde la planta de abajo.

Miré mi atuendo el cual no estaba, mientras miraba el hielo olvidé vestirme.

— En cinco minutos bajo —grité de vuelta.

Con la mayor velocidad que pude me vestí y bajé las escales sólo que la tercera vez habría sido sobre exigir a mi suerte y por supuesto sí me caí, ya decía yo que tanta habilidad subiendo y bajando escaleras no me iba. Para empeorar el hecho de caerme, quien detuvo mi choque en el suelo fue el mismísimo rey.

Tú...IdiotaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora