Un oscuro corazón no puede cambiar II

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Bella:

 — Sí, mamá, ya él está comprando la cena —mentí mirando por la ventana.

— Cariño, espero no peleen tanto, no entiendo qué pasó, estaban tan bien.

— Sí... tampoco sé que pasó...Mmm, mamá, debo colgar.

— Adiós, cuídate y dale mis saludos a Edward.

— Lo haré, dale los míos a los demás.

Colgué cuando vi al rey llegar a nuestro edificio, llevaba la tarde entera pensando en él, quería enfrentarlo y decirle una considerable cantidad de improperios, no porque me afectara su comentario, sino porque extrañaba discutir; para cualquier persona cuerda es algo para no desear, pero lanzar estocadas contra él me liberaba, de alguna retorcida manera, podía decirle cuanto me había dañado sin necesidad de pronunciar las palabras exactas.

La puerta sonó y sonreí.

— ¿¡Dónde estabas!? Mamá y Carlisle llamaron, querían saber cómo estábamos, le dije que saliste a comprar comida para la cena que yo compré, podrías haber dejado una nota o... ¿Edward, estás bien?  —Estaba apesadumbrado y todas mis ansias de reñirle se esfumaron, me empezaba a preocupar y, por alguna extraña razón, sentía que debía cuidarle.

Edward levantó su mirada y me miró como si reconociera en mi rostro la fuente del odio, sus jades gemas me helaron la sangre y me petrificaron en aquel lugar.

— Ojalá nunca hubieras nacido.

Entonces se marchó a su habitación mientras alguna parte de mí, algo muy profundo, era reducido a cenizas.

No me enteré del momento en el que me arrodillé en el suelo y empecé a llorar, no sabía ni siquiera porqué lloraba, digo, cosas peores me han dicho, incluso él ¿por qué esas palabras sin significado habían roto mi alma? Me abracé a mí misma sintiendo como cada pedazo se cuestionaba su existencia, no encontré razón en el universo que justificara mi ausencia, a nadie beneficiaría mi desaparición, sin embargo seguía preguntándome porqué estaba viva para escuchar a Edwrad,  justo en el mar de lágrimas en el que estaba sumida resolví el rompecabezas de mi alma.

Nunca iba amar a alguien más, Edward se había metido tan profundo en mi ser que cada parte se impregnó de su esencia, por ello, mi destino estaba en sus manos y si él quería, como realmente lo hace, puede tomar mi alma en su palma destruyéndola o salvándola.

Por el rumbo que estaba tomando mi vida...la primera posibilidad tenía las de ganar.

Desperté  con los ojos inflamados luego de  ese macabro descubrimiento, sin saber cómo, estaba en  mi cama con el desayuno en la mesa de noche con una nota de disculpas. Su letra era exquisita y me revolvió el estomago de sólo leerla:

Isabella:

No sé por qué estoy escribiendo esto, pero sí sé que no debí decir eso anoche, no lo merecías, yo...soy un idiota y lo he sido desde hace mucho, no me perdonarás, eso lo sé de sobra, y no sólo por ayer, sino por todo.

De verdad lamento haberte herido de esa manera, hay cosas de las que me arrepiento, espero algún día me perdones.

Posdata: El desayuno es una ofrenda de paz, no es ni de lejos tan delicioso como el tuyo, pero lo intenté.

Edward.

Con lágrimas en mis ojos tomé la carta y me dirigí a la cocina, encendí el fogón y la quemé ahí, no le bastaba con hacerme daño sino que quería jactarse, burlarse de mi fragilidad. Nunca jamás va a volver rastro de mi corazón.  

Tú...IdiotaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora