Fuerza es lo que falta

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No tardaron en llegar, tanto policía como ambulancia, tampoco mi madre. Fue una sincronización casi perfecta, supuse que la nueva hija del doctor Cullen desaparecida merece toda la atención posible.

— ¡Bella! —chilló mi madre corriendo a abrazarme.

No le respondí sino con lágrimas, envuelta por los brazos de Emmett y mi madre, sentí el peso de lo que no pasó, pero pudo.

Los paramédicos le pidieron a Emmett que me dejara en la camilla para llevarme al hospital, no había comido nada tras las palomitas y me encontraba muy débil, no noté cuanto hasta que sentí el sopor invadiendo mi mente por lo que, acostada en la camilla, caí en un sueño donde era devorada por un gigantesco puma.

Salimos de la comisaria tras poner el denuncio, había pasado una semana desde que fui internada en el hospital, según dijeron me desmayé por el shock; al abrir los ojos encontré a mi madre y a Carlisle, ella tenía los ojos hinchados y él cargaba con ojeras purpuras. Su sonrisa al verme estaba llena de alegría y culpa, me iba a abrazar pero Carlisle la detuvo, no era el momento. Luego de esto me tuvieron en observación hasta que Carlisle exigió el alta, según él yo estaba perfectamente y podía estar en casa.

— ¿Quieres comer algo? — preguntó mi madre.

— Estoy bien, sólo quiero ir a casa.

— Claro.

Nos subimos en su auto sin mediar palabras, no me apetecía hablar ahora que había tenido que recordar lo ocurrido con James —de quien su paradero era incierto—, no quería pensar cómo me sentía frente a las razones que me llevaron allí en primer lugar; Edward había estado a mi alrededor todo del tiempo, él sabía que era culpable y yo vi en sus ojos que quería disculparse, una parte de mí quería que lo hiciera, pero su orgullo era demasiado como para pronunciar las palabras.

Por lo que deduje, Tanya había mantenido su bocota cerrada, nadie hacia mencionado nada cuando me visitaron en el hospital, algunos que había visto de lejos trajeron flores como si en verdad fuera de corazón su visita.

Entramos en la casa y subí de inmediato a mi habitación, allí me quedé mirando por la ventana al bosque crepuscular, mañana volvía a clases y no me sentía capaz de hacerlo, admiraba a Rosalie justo ahora por haber seguido con la cabeza en alto tras lo ocurrido con Royce ¿ya no quedaban hombres buenos? Confiaba que mi hermano sí lo fuera.

— ¿Bella?

— Pasa, Emm.

— Hola, peque —entró besándome en mi cabello. Le sonreí en respuesta — ¿Estás bien?

— No sé porque esperas que diga sí —murmuré.

— Lo lamento.

— Nada fue tu culpa, Emm —«no eres tú el malvado de ojos verdes» añadí mentalmente.

— Pude insistir para que vinieras con nosotros.

— Lo habría rechazado de todos modos, no te flageles, fue mi culpa.

— Eres la víctima, no puede ser tu culpa.

— No. Si te hubiera escuchado en un principio, sobre él... Tenías razón y yo...

— No llores. Ven.

Emmett me abrazó y empecé a sollozar en su hombro, ¿Qué era lo que me hace ser tan cobarde? No había nada que temer, nadie me mordería... pero si me podrían romper.

— Está bien, sentir miedo —dijo y lo abracé con fuerza.

— No quiero...yo... Emm —balbuseé.

Tú...IdiotaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora