Historia del lúgubre reino I

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Edward:

Mente  de Edward

«Mi madre era tan hermosa, llena de vida que su muerte fue tan abrupta y dolorosa que nadie podría aspirar a su lugar, nadie logró entrar en la imagen de una peliroja de ojos verdes...

Salvo unos ojos cafés que llevaban consigo otros curiosos, de un azul mar  intenso; al principio vi con hastío la nueva pareja de mi padre, había estado saliendo con distintas mujeres por cuatro años y desde que tuve uso de razón siempre fui el testigo y consuelo de sus fracasos y como cada una de ellas se las arreglaba para comprar mi aprecio, sin intentar quererme de verdad; dirían muchos que un niño de seis no podría entender ese tipo de situaciones, se equivocan, por que vi en carne propia las lágrimas de mi padre en las noches hasta que aquella despiadada mujer llegó a su vida.

Parecía que ella era la indicada, siempre tuvo una sonrisa en su rostro, nadie sospecharía de ella como una indolente y malvada mujer, ella incluso logró engañarme a mí, entró en mi corazón y por algún tiempo ella lució como mi madre, se sintió como ella; habían abrazos y besos, cenas amenas, además la compañía de una dulce niña de cinco años que insistía en jugar conmigo y en ser una princesa y yo su caballero; Aquella arpía consiguió que se sintiera mi casa  como un hogar, por que estábamos todos unidos, todos felices,  mi padre  y tenía por fin una madre, ¡además tenía el bonus de una hermanita! Alice llegó a mi vida para ser mí princesa, mi tesoro y aquella mujer parecía ser nuestra madre, no sólo  por sangre con ella, sino por un lazo inquebrantable de amor y anhelo por ver la felicidad en la cara de dos niños.

¡Qué estúpidos todos! ¡Qué estúpida es la confianza y la esperanza!

— Eres maravilloso, Eddi —me decía—, un hermoso y maravilloso niño.

No sé que podría pasar por la cabeza de esa bruja, si se regodeaba al ver mi sonrisa, porque en serio era amor lo que sentí por ella, ella inspiraba amor, era tan dulce...mas ahora que Esme me mostró la verdadera dulzura, ahora que ella hace lo que la bruja nunca,  puedo ver en mis recuerdos, algo borrosos ya, que la maldad estaba en ella, pero todos la creyeron buena, todos la vimos como un ángel...incluso su  propia hija.

Nunca los oí discutir durante los dos años que  duró su relación —ahora mismo sigo preguntándome cómo fue posible que se casaran tan pronto—,  pero ese día en nuestra habitación, mientras acunaba a Alice en mi pecho porque había tenido una pesadilla, escuchamos como objetos eran lanzados y se rompían, gritos yendo y viniendo; asustado salí mirando al pasillo y vi como aquella mujer que se hacía llamar madre, esposa, salía por la puerta con dos maletas enormes...

No la volví a ver. Alice tampoco, nadie sabía de ella, simplemente desapareció.

Esa noche Alice estuvo llorando en la puerta de la casa, decía el nombre de su madre esperando en vano que regresara y la tomara en sus brazos, mi padre estaba en su habitación llorando y rompiendo objetos, por mi salud, mientras mi corazón latía con fuerza asustado, negándome a creer que la mujer que yo empecé a llamar mamá se hubiera ido para siempre, bajé las escaleras, con una cobija en mano, y abracé a Alice.

— Estoy aquí —le dije a mi hermanita, porque Alice fue una luz en mi vida y jamás la dejaría ir, ni permitiría que le hicieran más daño—. No estás sola.

Ella levantó su mirada y empezó a llorar en mi pecho mientras me preguntaba si nuestra "madre" iba a volver, porqué no la llevo con ella como siempre hacía. Recuerdo haberle dicho que ella volvería, que los adultos discuten y se arreglan, que así es la vida. La mentira más grande que nunca dije hasta ese entonces, porque algo dentro de mí, algo diminuto que latía con fuerza se empezaba a romper.

Tú...IdiotaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora