Segunda parte. Capítulo 26.

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Oh, no. Apártate, Callie. No lo beses. Detente.

-Lo siento.-Tomé mi taza de té y le di un sorbo que repiqueteó en mi garganta.

-¿Porqué haces esto?-Dijo mirando el suelo.

-¿Hacer qué?-Dije mientras mi corazón retumbaba sin parar golpeando mis costillas.

-Me besas, y luego dices que fue un impulso, nos dejamos de ver, te hago daño, me disculpas, te vas, me voy, volvemos a vernos, te hago daño... Es un ciclo. No puedo. No puedo soportarlo. Porque si quiero dejarte ir debo dejarte ir antes de que me termine haciendo más daño a mí.

-A mí esto también me hace daño,-Dije, pensando cada palabra que decía.-pero no lo siento dañino.

-¿Qué?-Soltó.

-No puedo no quererte, es como un hábito. Todos los días, cuando dejó de trabajar o de hablar con alguien pienso en ti. Y siento que es mejor que te pueda hablar y mantener contacto contigo para hacerme menos daño.

-¿Mantener contacto?-Me vio con esperanza.-Dices, ¿no dejarnos de ver?

-Sí,-me acomodé el suéter.-no dejarnos de ver.

-Eso es imposible.

-¿Porqué? ¿Que nos detiene? ¿Qué nos ha detenido siempre?

-Qué yo viva a un océano de distancia.-Dijo posando su mano en la mesa.

No sabía si esperaba que se la tomara, pero lo hice. En realidad, no sabía lo que estaba haciendo. Se supone que lo iba a odiar.

-No vivimos en el siglo XXI para no usar esto.-Dije sacando de mi bolsillo el celular.

El sonrió y dejó que mi mano siguiera en la suya.

•••

-No sirvo para esto.-Dije, mientras soltaba el pincel.-No se como me las arreglé para abrir una escuela.

-En realidad eres muy buena.-Giré mi cabeza rápidamente. Mi madre estaba en la puerta del pequeño edificio.

Salí de la silla y corrí en busca de sus brazos. Me permití llorar. No me importaba estar manchada de pintura en las manos y el cabello. Tampoco que probablemente mis lágrimas mojaran el hombro de mi madre o mis manos arruinaran su ropa, a la que ella tanto cuidaba.

-Callie.-Me tomó de las manos, pero al ver que estaban manchadas sonrió ampliamente y las soltó.-Lo lograste.

-Mamá... ¿Vienes de visita? ¿O te quedarás aquí? ¿Por cuanto tiempo? ¿Vienes sola?

-Cálmate... Cecillia está en el hotel. Y vinimos solo para que no pasaras tanto tiempo sola. Me enteré de la nueva esposa de tu padre... Y, bueno, de que no están en la casa y estás sola en ese lugar tan grande.

-Así es.-Dije. Limpiándome las lágrimas, seguía resentida con mi padre y su esposa.-Todo va de maravilla aquí.

-Ya lo veo.-Declaró mientras exploraba el lugar.-Y... ¿Daniel? ¿Thomas?

-Ah.-Eso fue lo que pude decir. Tenía tanto en la cabeza y mucho que contarle que un "Ah" era la mejor opción.

-¿Ah?

-Ah.-Dije, poniendo cara sería.-A Thomas lo veo cada semana una vez, comemos juntos o me lleva a la feria, o al cine, o me compra libros, o rentamos películas, u ordenamos sushi. Tengo un nuevo amigo, su nombre es Alexander. Acostumbro a ir al café con el todas las mañanas. Y hoy... No fue la excepción. Y ahí estaba el último, Daniel.

-¿Y...?

-Acordamos seguir en contacto y luego ver que sucedía. Nada especial.

Mi madre enarcó una ceja y me tomó el hombro.

-Lo que sea que estés pasando, y lo que sea que estés pensando en esa cabecita tuya, te apoyo. ¿De acuerdo? Tienes todo mi apoyo, Callie.

Le tomé la mano y sonreí. Se sentía bien tener a alguien a tu lado, apoyándose y ofreciéndote cariño. Tenía a mi madre, tenía a Thomas, tenía a Alex, tenía a mi hermana, ¿tenía a Daniel?

Prohibido enamorarme {Partes 1, 2 y 3}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora