-Okey... Ahora es cuando tú me dices que todo esto es broma y me llevas al sitio tan genial que me había imaginado que me llevarías.- Es una indirecta muy directa, de este chico ya no puedo fiarme, a veces es demasiado corto.
-No.- Alarga él feliz.- Este es el increíble sitio al que te quería traer.- Lo dicho, es lento.
-Muy bonito. Ahora, antes de que mis tacones se ensucien de barro ¿Podemos irnos?- Me doy media vuelta y mis pasos aceleran hacía afuera.
Sus brazos me rodean por la cintura y levantan mi cuerpo. Pataleo y no tarda en dejarme en el suelo.
-Naiara no hay barro, está calzado.- Mierda me ha pillado.- ¡Vamos! Sólo vamos a dar una vuelta, quiero que veas una cosa.- Dudo.- Te prometo que no te arrepentirás.- Acaricia mi mejilla y besa mis labios. No puedo resistirme, ellos son más fuertes que yo.
-¡Mira Sierra! Cómo me pique algún mosquito o cómo mi vestidos se manche te juro que te entierro vivo ¿Entendido?-
-Claro y alto preciosa.- Esa palabra... me recuerda al estúpido de John.
-¡Y nada de llamarme preciosa!-
-¿Pero qué mosca te ha picado?- Él se ríe.
-No me gusta que me llamen así.- De nuevo su cara vuelve aparecer en mi cabeza. Un escalofrió recorre mi cuerpo.
-De nuevo vuelves a fruncir el ceño.- Su dedo índice presiona la zona dónde se reflejan mis marcas de enfado. Desaparecen porqué de nuevo al sentir sus labios sobre los míos vuelvo a sentirme bien, o más o menos porqué la calor en este camping es terrible para mi cutis.
[****]
-¿Y cómo se supone que se llama esto?-
-Bungaló.-
-Muy... pequeño.- Digo mientras subo las tres escaleras de madera que nos llevan a un porche con una fresca sombra.
Se encuentra un par de sillas y una mesa también de madera.
-Vamos te enseñaré cómo es por dentro.-
-¿Es tuya?- No conocía está faceta de mi amigo.
-Claro que no, pero la he alquilado para pasar el día.-
Las llaves encajan y hace un doble giro de muñeca. Entramos. Un pequeño comedor adornado con muebles blancos y negros (bastante bien decorado) y sin puerta que separé en una esquina está la cocina. Sigo desplazándome por el falso parque y veo dos puertas. Una está abierta y se puede ver un baño limpio y ordenado. Izan está detrás mío esperando a que habrá la blanca puerta. Así hago.
Una cama de matrimonio acompañada de un ramo de rosas precioso encima me espera. Me giro y mi amigo sonríe.
-¿Son para mí?-
-No, son para mi madre que después cuando vuelva a casa se las regalaré.- Dice con un tono demasiado tirando a sarcasmo.
-Imbécil.-
-En vez de insultarme podrías agradecérmelo ¿No?-
Entiendo su indirecta y me abalanzo a sus brazos y le doy su premio. Lo recibe acariciando mi lengua con la suya. Sigo pensando que Izan me mintió al decirme que nunca había tenido experiencias con otras chicas, besaba de muerte.
-Tenemos la casa para nosotros dos solos hasta mañana por la mañana.- Sus brazos bajan hasta llegar a mis glúteos, capto la indirecta.
-¿Tienes...?-
-He traído un paquete, por sí nos apetece más tarde.- Muerde mi labio inferior seductoramente.
¿Es broma no? Yo no quiero más tarde, quiero ya. Mis pensamientos de maruja hacen reírme.