Capitulo 43

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-¿Porqué no comes nada?- Izan me observa a mi y al bocadillo de jamón serrano que me acaba de comprar en la cafetería. Me mantengo callada.- Por favor.- Su mano acaricia la mía.- Come algo, por mí.- Me sonríe con una luz de esperanza.

-Es que… no tengo hambre.-

-No puede ser. Hace más de quince horas que no comes nada. Algo de hambre aunque sea muy poco tienes que tener.- Niego con la cabeza sin energías.- Está bien. Cuando no hay hambre o estás enamorado o algo te preocupa.- Esboza una sonrisa que la sostiene sin descanso.

-No me preocupada nada Izan, en serio estoy bien.- Intento sonar todo lo convincente posible.

-En cuanto te he visto hoy y he visto que no llevabas vestido sabía que te pasaba algo. No pareces la misma sin tus provocativos trajes.- Escucho su perfecta risa y me contagia una pequeña sonrisa.

-¿Va todo bien?- Cómo un ángel caído del cielo Miriam aparece entre las mesas vacías de la cafetería.

-Sí, todo está bien.- Miento.

-Izan ¿Te importaría dejarme un momento a solas con Naiara? Por favor.-

Mi chico malo asiente obligado y antes de dejarme a solas con ella me acerca todavía más el plato dónde se encuentra mi almuerzo cómo indirecta que me lo acabe todo. Miriam ocupa la silla dónde antes se encontraba Izan.

-¿No comes?-

-No tengo hambre.- Mi voz está apagada.

-¿Por algún motivo en particular?- Parece ser que Izan no es el único que me conoce cómo la palma de su mano. Asiento con la cabeza agachada.- ¿Qué ha pasado? ¿Ha sido John?-

-No, no. Con John todo anda cómo planeamos. Mañana después del entreno vendrá al vestuario para rencontrarse conmigo.-

-Eso es genial.- Esboza una sonrisa victoriosa.- ¿Entonces cuál es el problema? Veo que con Izan las cosas ya están solucionadas ¿No?-

-He hablado con él y sin contarle nada hemos llegado a la conclusión de que confíe en mi y que me espere.-

-Entonces no entiendo tu actitud.- Silencio.- Vamos Naiara. Puedes contarme lo que quieras. Seguro que encontramos una solución, no tiene que ser para tanto.-

Suspiro sin encontrar una sensación mejor. Estoy algo perdida sin saber que hacer ni que decir ni a quién recurrir pero, Miriam se ha ganado mi confianza en muy poco tiempo y creo que ella es la adecuada.

-Creo que estoy embarazada.- No hay forma más clara y directa que decirlo. Cuando he dicho esas complejas palabras suelto el oxigeno acumulado en mis pulmones aliviada.

-¿Qué…?- Miriam mantiene sus formas. Creo que ahora está teniendo una lucha interna sobre sí habrá escuchado bien mis palabras o no.- ¿Has dicho que tu estas…?-

-No lo sé…-

-Pero a ver, Naiara. Esto es algo muy serio ¿Cómo puedes decir que “crees” que estás embarazada y no haces nada al respecto?-

Empiezo sentir cómo las lágrimas de mis ojos empiezan a pesar. Me volteo. Izan está en la entrada de la cafetería mirando el cártel de anuncios. Está lo suficientemente lejos para no escuchar nuestra conversación pero, lo suficientemente cerca para sentir su agradable presencia.

-No quiero perderlo, Miriam.- Mi mirada se clava en el suelo dejando ver cómo una lágrima a la velocidad de la luz aterriza en mi mejilla y acaba golpeando una de mis piernas.

-No lo vas a perder, Naiara. Izan nunca te dejaría sola en esto.-

-¿Y eso cómo lo sabes?- Controla tu llanto Naiara, contrólalo. Sí Izan mira hacia aquí y ve que te derrumbas se olerá algo y todo habrá terminado antes que volviera a comenzar.

-Por qué sólo hace falta fijarse en cómo te mira y sabes que ese chico esta enamorado de ti hasta las cejas.- Sus palabras y su sincera sonrisa me alivia y naturalmente muestro la mía.

-¿Y que hago…?-

-Lo primero averiguar sí estas o no y después hablamos de las consecuencias.- Asiento con la cabeza.- Iré a comprarte una prueba de embarazo está tarde y mañana sin falta te la traigo. Te voy apoyar en todo, Naiara. No estás sola en esto.-

-Gracias Miriam pero, ya he comprado una está mañana.-

-Mejor. Así salimos ahora dudas.-

-¿Ahora?-

-Ahora.-

-Pero… Izan está ahí y…-

-Deshazte de él, ves a coger la prueba y ven al lavabo de profesores.-

-¿Y que le digo?-

-Lo primero que te pase por la cabeza porqué sí no quieres levantar sospechas será mejor que nos demos prisa antes de que empiece la siguiente clase.-

-Está bien…- Mis palabras suenan no muy convincentes. Es que en está situación no hay nada positivo para ser claros.

Escucho los escandalosos tacones de Miriam cómo salen por la puerta de la cafetería. Izan me mira y se acerca a mi.

-¿Has comido?- Niego con la cabeza.- Púes no sé a que esperas porqué no pienso dejarte salir de aquí hasta que no te acabes lo que te he comprado.- Aunque me regañe con su dulce tono es imposible tomárselo a mal.

-Es que Izan ahora mismo no tengo hambre.-

-Bueno pues haces un esfuerzo. Al menos comete la mitad.- Silencio.- Por favor, Naiara.-

-Me apetece darme una ducha. Después te prometo que como cinco bocadillos.- Izan levanta su ceja derecha.- Te lo prometo.-

-Está bien… Vamos te acompañaré a los vestuarios.-

-Izan.- Lo detengo con mi mano.- Creo que ya nos han visto suficiente juntos por hoy. Lo mejor será que cada uno vaya por separado.-

-¿Bromeas no?- Niego con la cabeza.- ¿Enserio me estás pidiendo que te deje ir sola sabiendo que no has comido nada des de ayer al mediodía y de haberte visto como te desmayabas delante de mío?-

-No me he desmayado.-

-Pero casi.-

-Tú mismo lo has dicho: Pero casi.- Veo los gestos de Izan. Se desespera.

-Cuando suene el timbre te quiero ver en la cafetería y ver cómo te comes los cinco bocadillos que me has prometido ¿Entendido?- Me río por su comentario y por su forma que intenta imponerme su autoridad de policía.

-Sí, señor.- Con las pocas fuerzas que me queda hago la postura de un soldado aceptando su orden para ver de nuevo su sonrisa y escuchar esa carcajada que tanto agrada a mis oídos.

Izan y yo nos despedimos con la mirada. Él coge pasillo recto para llegar de nuevo al campo dónde seguramente una mayoría estará acabando las vueltas de cuatrocientos metros mientras yo subo las escaleras arriba para llegar hasta el vestíbulo y alcanzar el pasillo de las taquillas.

Abro mi taquilla. Miro de derecha a izquierda. No hay moros en la costa. Es mi oportunidad para coger la prueba de embarazo y metérmela por dentro del pantalón. Cierro mi taquilla y vuelvo a subir más escaleras para llegar a la segunda planta.

Tengo que apoyar una de mis manos a la pared para llegar hasta los lavabos de los profesores. Después de mucho esfuerzo me encuentro delante de la puerta. Cuando la cruce ya no habrá vuelta atrás y tendré que asumir todas las consecuencias. Quizá cuando salga de ella dentro de unos minutos mi vida habrá cambiado para siempre. Es algo complejo de asimilar en tan poco tiempo.

No puedo permitir pensar darle al tiempo un tiempo porqué la puerta se ha abierto de par en par. Es Miriam. Me coge de la mano y me conduce al interior de los lavabos. Ahora el futuro que tendré en unos años depende de los resultados que tendré en breves segundos. No me importa nada de todo esto. Ahora solo quiero estar protegida por sus brazos. Por los de Izan.

Proyecto chico malo, en marchaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora