CAPITULO 2 - MI FOBIA

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hola a todos

otra semana mas y un capitulo nuevo espero les guste espero con ansias sus comentarios o votos! :) besos!

Al salir, más bien dicho, huir, Damián dijo que tenía una habitación, la cual no era muy cómoda para que los tres lográramos acomodarnos tan placenteramente. El mobiliario solo consistía de un sofá al extremo derecho de la habitación, y de una minimalista mesa con una lámpara sobre ella, que intentaba alumbra tétricamente el lúgubre y minúsculo lugar. Pero aun así, agradecidas ante su acto de valentía, nos ofrecimos a dormir en el piso mientras conseguíamos algo más grande donde los tres pudiéramos habitar con más confort. Damián, con su natural instinto caballeroso, reaccionó con un rotundo no, y nos cedió la cama a Salomé y a mí. 

Pasados los meses, Salomé y yo logramos conseguir un trabajo en el hotel, ya que tenían bacantes. Además, necesitaban personas que hicieran más ardua labor, y Damián nos ayudó a conseguir nuestro otro trabajo en el bar.-restaurante, donde el dueño nos dejó trabajar. Sin embargo, su altibajo era que teníamos que estar pendientes de la llegaba abrupta de los policías, que podían llegar en cualquier momento, puesto que, en ese entonces, era ilegal para nosotras trabajar, solo con dieciséis años de edad, y más siendo fugitivas de un orfanato. 

En ese mismo lapso de tiempo, logramos conseguir un lugar decente para los tres, nada suntuoso o magnifico, lo suficiente dinero para poder llegar llamar al lugar un hogar, y dejar todos los recuerdos recónditos en nuestra memoria, en un vacuo lugar inaccesible. Ayudábamos pagando la hipoteca con nuestros trabajos. Lo malo era que, siendo menores de edad, la paga total de nuestro sueldo era un poco reducido. Poco a poco, mientras las monedas y los fangos de billetes caían sobre nuestras manos, compramos nuestras camas y cosas que definían la personalidad de nuestros propios dormitorios, lo único característico que teníamos en nuestras vidas, más que unos simples fetiches. También compramos la decoración de la casa: cojines, una pequeña mesa que hacia un comedor, donde nos sentamos a comer los días que no son tan ajetreados, y un mueble de segunda mano que logramos comprar en forma de L  de color negro, y enfrente un pequeño televisor con su DVD, y su equipo de sonido. La mayoría de esas cosas, las logró pagar Damián, ya que él era mayor de edad, y conseguía un salario más elevado total que el nuestro. 

  El, con el sueldo, lograba pagarse la escuela de fútbol, pero aun así, ninguno de los tres habíamos logrado terminar la secundaria, así que nuestra vida era solo el trabajo y ahorrar, no teniendo ningún tipo de futuro o atisbo de visión en otro futuro, llamado universidad. Sin embargo, todos teníamos el recóndito placer y esperanza en terminar nuestros estudios en un futuro. 

-Señoritas, ya llegamos – el taxista dijo. Ninguna de las dos nos habíamos dado cuenta que estábamos perdidas en nuestros pensamientos, sin darnos cuenta de donde nos encontramos. Pagamos rápidamente, con una sonrisa de disculpa por parte de Salomé corrimos al restaurante.  

   Nosotras entrábamos por la puerta trasera de servicio. Llegamos a la cocina, ambas nos colocamos el delantal, y nos alistamos. Nos esperaba  una gran torre de platos. Ese es el día de lavar platos que se nos asigna a Salomé y a mí. Antes de llevar a cabo nuestro deber, saludamos a todos los presentes en el local, incluyendo a Damián y al chef , a las dos asistentes, a las dos meseras,  ana María y Gabriela,  quienes nos odiaban por una extraña razón.   Gabriela siempre veía embobada a Damián, lo cual me llevaba a deducir porque nos odiaba a las dos. Aun así, seguía sin entender el odio de ana Maria  hacia nosotras dos.  

   Después de saludar a todos, nos pusimos a trabajar. 

   Al acabar nuestros largos turnos en el restaurante, los tres nos cambiamos rápidamente, todos con una sonrisa en nuestros rostros, ya que estábamos a punto de hacer lo que amamos: seguir el ritmo de las notas, alzar nuestras voces. Lo que más me gustaba de este trabajo, es que ni siquiera era un trabajo: hacer lo que se ama y no cuesta, es un placer que ni siquiera la recompensa más grande del mundo puede llegar a pagar. En ese momento, todo el placer, el dinero, los aplausos, se fundían en un solo acorde y voces. 

AGRIDULCEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora