CAPITULO 6 - FUERTE IMPACTO

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hola!! lo se lo se aun no es viernes, pero aun asi decidi subir hoy ya que se que el capitulo anterior fue una gran sorpresa y quedaron en ascuas, escribo pero tambien leo muchas historias de aca por ende se que es quedar en ascuas aun asi aqui les dejo un poquito mas no es largo de hecho es muy corto pero espero les guste!

voten y lean! besos! :)

y gracias por leer! ^^

No podía ser cierto: el no podía ser mi hermano. Yo no tenía hermano, no que recordara, por lo menos, Fue en ese momento, que recordé que no sabía nada de mi vida. La relación de sus palabras con el pasado, se hizo más palpable y la verdad menos inverosímil.

Mis manos comenzaron a sudar y a temblar de forma sofocante. Me sentía débil, y todo se vino a mi mente de golpe, robando mi aire: los días, sola en la habitación del orfanato, imaginándome una vida feliz con mis hermanos y mis padres; la historia de Dylan también vino a mi mente: su padre viajaba, su hosca y frívola abuela, sus hermanos.

Corrección: mi padre viajaba, mi hosca y frívola abuela, mis hermanos.

Por primera vez en mucho tiempo, Dylan me vio directamente a los ojos, con la intensidad guardada de tantos meses, Ambos, de manera unánime, enviamos nuestras manos hacia nuestros cuellos, donde conectamos nuestros dedos sobre nuestro dije con una R. El caótico sonido de mi corazón comenzó a retumbar en mis oídos, al mismo tiempo que el escozor comenzó a quemar en mis ojos.

Dylan se acercó a mí, y yo, instintivamente, me alejé.

-Yo soy tu hermano Mía- dijo lentamente, tratando de formar nerviosamente una sonrisa en su rostro, mientras que sus ojos se veían llenos de lagrimas acumuladas el chico en el que, por primera, al quitarse su gorro, me fijé en sus rasgos nítida mente: su cabello era cobrizo como el mío, sus rasgos eran los mismos que veía a diario en el espejo, no tan semejantes, pero relativos, y el color de sus ojos del mismo que el mío. Ahora sabia que, nuestros gustos compartidos, eran por una razón, como todo en la vida; la manera en la que podíamos congeniar sin tocarnos o mostrar algún tipo de afecto, todo me conllevaba a una sola palabra, que nunca creí que mis labios serien capaces de pronunciar.- somos... mellizos. 

-Tú... tú no eres mi hermano... Yo no... no- un gran nudo se atoró en mi boca, y me dejé caer hacia atrás, recargándome contra la pared. Todos los sonidos se hicieron más fuertes a mi alrededor: los raudos carros pasando por la calle, las personas galopando al pasar cerca del callejón, el viento, las luces brillando.

 El mundo seguía moviéndose, seguía midiendo lo mismo, mi cabello no había crecido, los espectadores seguían teniendo la capacidad de ver,  y mi corazón seguía palpitando. Sin embargo, ahí seguía, parada, expectante a las respuestas que, durante toda mi vida, deseé escuchar, deseando ser sorda.

  -Lo soy, Mía- dijo Dylan, mirándome con unos nostálgicos ojos, y demarcando el mismo miedo que los míos-. ¿Recuerdas que así te decíamos? Soy yo, tu hermano- con una sonrisa en sus labios, alargó su mano y rozó mi cara suavemente, como si fuera una gota de agua evaporándose en el aire, o de porcelana.

-Déjame en paz- logré decir y me  comencé a hacer hacia un lado, intentado retroceder fuera del callejón. Tenía que salir en ese momento, respirar el aire real de la ciudad, no de esa ficción que estaba viviendo.

Me di la media vuelta, con el escozor aun agazapando en mis ojos, y comencé a correr a diestra y siniestra. Escuché los gritos de Damián detrás de mí, seguidos por las voces de Dylan y Salomé, pero solo tenía un objetivo: salir de ese lugar, antes de que todo explotara sobre mí y me quedara dentro de los escombros. Mi pecho dolía, y todo por la misma razón: porque sabía que era cierto. Algo dentro de mí me lo decía. No eran mis venas quemando por dentro, o mi corazón bombeando, eran los indicios y las piezas que tomaban su lugar perfecto en mi mente: el sonido de su nombre el primer día que lo había escuchado, la forma de su rostro, el color café de nuestros ojos y su forma, nuestros semejantes gustos,  éramos fuertes, independientes y valientes; de los que defendían su capa y su espada; el sonido de la música reaccionaba de la misma manera en ambos y los mismos géneros no parecían atractivos. Y lo más importante: nuestra fe era grande.

El edificio cayó con fuerza sobre mí cuando escuché el grito de Dylan seguido por el sonido de un claxon, y después algo golpeo contra mí fuertemente lanzándome al suelo,  mi cuerpo golpeó contra el suelo y vi. Como Dylan golpeaba contra el capo de un carro,  no pude ver mas el dolor continuo por mi cuerpo apresándose en una densa oscuridad.   

AGRIDULCEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora