CAPITULO 8 - LAS COSAS COMIENZAN A CAMBIAR

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hola a todosss!

un viernes mas que emocionn! queria agradecerles enormemente por sus votos y comentarios , de verdad que es muy gratificante ver que las locuras que surgen en la mente de los que escribirmos ( o hacemos el intento) le gusten a la gente! , me encanta que les guste! y espero que siga siendo asi y no decepcionarlos, espero sus votos y comentarios y obvio que lean y disfruten!

besos y ya dejo tanta carreta.... disfruten de la lectura!

amor para todos!!!!



Comencé a abrir lentamente la puerta, y entré al cuarto con sigilo. Dylan estaba plácidamente dormido en su cama, sus manos descansaban a lados de su cuerpo con algunos raspones en ellas, sus mejillas estaban levemente sonrojadas, su cabello cobrizo estaba desordenado  y su pierna  enyesada.

 Quería recordarlo; que en mi mente vinieran las imágenes de cuando éramos pequeños y que todo fuera verdad. Pero nada venia a mí, más que un potente miedo.

Los nervios se apoderaron de mí y comencé a retroceder. Me di la media vuelta, y puse mi mano sobre la perilla.

-¿Mía?- dijo  detrás de mí, con una voz somnolienta.

 -Hola- dije, dándome la vuelta lentamente y mordiéndome mi labio inferior.

 El me miró a los ojos, como había esperado que lo hiciera, y me sonrió, en sus mejillas se formaron los hoyuelos que tanto conocía. Le devolví la lánguida sonrisa. Miró directo a mi cabeza, después a mi brazo, y la sonrisa en su rostro cambió a una mueca.

-Y yo que quería protegerte y terminé haciendo que te golpearas la cabeza y que te lastimaras el brazo – soltó un suspiro y miles de preguntas se vinieron a mi cabeza.

-No fue tu culpa, de hecho, si no hubiera sido por ti, no estaría acá – el aludido sonrió de lado. No pude aguantar y dije lo que tanto quería preguntar – ¿es verdad? Todo lo que dijiste... ¿es cierto?

Su rostro permaneció semblante, al igual que la fina línea en sus labios. En sus ojos, pude ver la nostalgia que siempre había visto, pero que ahora sabia el porqué. Un escozor corrió por sus ojos, las lagrimas agazapándose  y gritando por correr. Carraspeó fuertemente, y cerró los ojos. Respiró profundamente, y abrió de nuevo sus ojos, para encontrarlos con los míos.

   -Sabía que no estabas muerta- dijo, mas para sí mismo que para mí.

  Fruncí el ceño, y me dejé caer contra la puerta.

   -¿Muerta?- pregunté.

   -Siempre supe que no estabas muerta, dentro de mí. Mía, todo es cierto: tú eres mi hermana melliza.

   -Nunca estuve muerta, Dylan- le informé, con un poco de sarcasmo sardónico-. Simplemente estuve abandonada en un orfanato.

-Se supone que tú estabas muerta- insistió el-. Me dijeron que estuviste en un accidente vehicular. El conductor se salvó, pero tu no. todos dijeron que estabas muerta, que no había quedado nada de ti; el carro había explotado, y el conductor...- tragó dolorosamente, y vi como las lagrimas corrían por sus mejillas. No fue hasta que me sorbí la nariz, que noté que yo también estaba llorando-. El no... pudo sacarte a tiempo. Yo...debí de haber ido contigo a esa fiesta, pero preferí quedarme en casa jugando con mis amigos. Te fuiste sola con el conductor de la casa. Me culpe tanto de no haberte acompañado por un tiempo interminable – paró de hablar, sofocado por sus propias palabras, y  se limpió las lagrimas con sus manos-. Pero estás viva....- entornó sus ojos, negó con la cabeza-. De alguna manera lo estás. Y estás aquí. No tiene sentido.

AGRIDULCEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora