Capítulo 27: Aventuras.

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-Nada Pato, no puedo decirte, si te digo las cosas entre las dos se van a arruinar y no quiero eso.

Él me entendió y lo único que hizo fue abrazarme en señal de consuelo. Correspondí su abrazo y hundí mi cara en su cuello. Cerré los ojos y naufragué en el mar de su dulce perfume, que me ponía íntegramente desequilibrada. Me separé luego de unos minutos.

-Gracias por tu apoyo, sos lo más. -sonreí, y esta vez de verdad-.

-De nada, sabes que con vos estoy en todas.

Sonreí nuevamente y la tentación de volver a abrazarlo me ganó. Le pedí que pase la noche conmigo pero tenía cosas que hacer, así que bue, me pasé parte de la tarde y la noche entera en desesperante soledad. Siempre lo dije, la soledad me aterra. Pero supongo que me tendré que acostumbrar, ¿no?

Llegó la noche y tardé mucho en dormirme, el insomnio me vino a visitar, o eso parece, pero me terminé durmiendo sin darme cuenta. Mañana iba a Cancun con Pato, así que tenía que estar feliz y no permitir que la yegua esa me arruine el viaje.

[...]

Desperté con un dolor en mi pecho y lágrimas en mis ojos, tuve una pesadilla horrible, pero no recuerdo nada. Todo mal loco, necesito a Patricio y no está. Suspiré y decidí levantarme, ya que Patito podía venir en cualquier momento a buscarme para ir al aeropuerto. Me cambié de ropa, preparé un té con leche y desayuné eso mientras veía la tele. Cuando terminé, me fuí a bañar y a maquillarme un poco, y justo cuando estaba agarrando mi cartera tocan el timbre. Abrí la puerta y era, bueno, ya saben quién era. Abracé a Pato con todas mis fuerzas y le di un montón de besos por todos lados.

-Te extrañé. -le dije al oído-.

-Dale che que nos vimos ayer, igual sos linda cuando te pones cariñosa.

-Mira, mejor no digas nada que voy a pasar de cariñosa a enojada. -me hice la ruda, intentando ocultar mi risa-.

-Así también sos linda. -susurró a milímetros de mis labios-.

Me costó bastante, pero me alejé. No quería llegar tarde así qué... bueno, realmente, jugar un poco de vez en cuando no es malo.

-Dale Patito, pasa a casa mientras yo voy a buscar las maletas. -sonreí para después irme a mi pieza a buscar los bolsos-.

Agarré los bolsos y volví al instante, quería tenerlo cerca mío y no separarme ni porque fuera el fin del mundo. Bueno, en ese caso, lo afrontaríamos juntos. Le di un pico en los labios y sentí su sonrisa luego de ese besito. ¿Podía ser más lindo? Agarré las llaves y al intentar abrir, la llave no giraba más. Miré a Pato y él pareció entender, me alejé para que pruebe y tampoco pudo. ¿Qué onda?

-Para para, se me ocurrió una idea. -grité, causando la risa de Pato por mi entusiasmo en esta situación, cuando debería andar asustada-.

-A ver con qué saltas ahora. -rió, aún intentando abrir-.

-Podemos probar con tus llaves de acá, y si no anda es la puerta, podemos tirarla abajo, o sino, saltamos por el patio pero tipo es muy alto y yo tengo zapatos con altura y no soy buena para eso me voy a caer seguro, así que tiremos abajo la puerta. -dije rápidamente-.

-Sos capaz de todo vos eh.

Me reí y al final terminaríamos haciendo lo que yo dije porque Pato no trajo las llaves, probaríamos tirar la puerta de una patada.

-Para, primero busco en internet qué hacer. -dije mostrando la palma de mi mano en señal de que espere-.

Él llevó su mano a su frente y no paró de sonreír.

-Bueno che, seré medio loquita o medio desastre pero las ideas las tengo. -me defendí mientras buscaba en internet-.

-Así de loca y desastrosa te quiero.

-Andas tierno vos eh. -le sonreí-. Bueno, acá dice que el mejor lugar para patear es alrededor del área de la cerradura o debajo del picaporte. -le expliqué con cara de no entender-.

-Bueno dale, ya capté, voy a hacerlo rápido porque estamos perdiendo tiempo che. -exclamó, mientras practicaba sus patadas al aire-.

-Cuidado vos eh, no quiero que termines con un pie roto o algo por el estilo.

Él se rió y de una sola patada tiró la puerta, un genio mi Patito.

-Fua, la tenés re grande vos, qué genio. -lo abracé-.

-Todavía no la viste pero la razón la tenés. -me dijo pícaramente-.

-Dale pelotudo, mejor nos vamos. -me puse roja-.

Le pedí a una vecina de confianza que me cuide el departamento mientras nosotros nos íbamos hasta el aeropuerto, que ya bastante tarde llegabamos.

-¿Escalera o ascensor? -le pregunté a Pato, mirando de izquierda a derecha-.

Él me dijo que vayamos al ascensor, así que como quiso el bebé, fuimos al ascensor. Se cerraron las puertas, pero el ascensor no bajaba. Apreté con más fuerzas los botones, pero nada.

-Pato, el mundo conspira contra nosotros, ¿lo podés creer?

-Bueno, nos quedamos acá solitos. -dijo con doble sentido, recibiendo una cara de tuje de mi parte-. Dale che, tranqui, dejame a mí.

-Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre...-comencé a rezar-.

Él apretó el botón con delicadeza y gracias a Dios funcionó. Suspiré en señal de alivio y luego de estas aventuras juntos ambos fuimos, por fin, al aeropuerto.

Tu locura [Pato Sardelli]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora