Capítulo 40: La fiesta. (parte 3)

1K 49 5
                                    

Narra Gastón.

Arranqué el auto y por suerte ____ no estaba haciendo nada raro. Bueno hablé por hablar, porque ahora su mano se encontraba en mi pierna.

-Dale no te zarpes, te vas a arrepentir de todo esto mañana, acordate de lo que te digo. -le dije sin desviar la vista de la carretera-.

-¿A dónde me llevas? -preguntó con un tono bastante raro-.

-A la casa de Guido.

-¿Y para qué me llevas? Te haces el correcto pero sos bien atrevido eh. -soltó una carcajada-.

-Sabes que no es para eso, no me aprovecharía de una mujer en este estado. Y mucho menos de vos, para mí sos un hombre con peluca.

Seguimos con nuestro camino mientras escuchaba a ___ cantar desafinadamente. Creo que me iba a quedar sin tímpanos. Una persona que está borracha al mismo nivel de lo que está ella no canta ni vocaliza muy bien que digamos.

-Es que yo sin ti, y tú sin mí, dime quién puede ser feliz. -cantó ___-.

Suspiré y por suerte habíamos llegado. Bajé del auto y la ayudé a que se baje también. Con una mano la sostenía de la cintura para que no se caiga, y con la otra, estaba intentando abrir la puerta. Después de varios intentos, se pudo abrir. Menos mal. Senté a ____ en el sillón y me quedé con ella un largo rato hasta que sentí que ya no necesitaría de mi presencia. Le di un beso en la frente y me fui a la fiesta otra vez para ir a buscar a mis hermanitos, no iba a cagarlos de esa forma. Pobres. Encima que tienen un pedo bárbaro.

Narra ___.

Una vez que se fue Gastón, puse la música a todo volúmen. Me echó de la fiesta, bueno, me iba a armar mi propia fiesta. Saqué varias bebidas alcohólicas que tenía Guido y me puse a tomar mientras bailaba. La cabeza me daba vueltas y parecía que se me iba a explotar, pero las ganas de bailar hasta el amanecer me ganaban. No podía pensar ni hablar con claridad, pero hay algo que sí tenía claro, el dolor que llevaba dentro desaparecía con cada sorbo y con cada melodía. Todo transcurría de diez puntos, hasta que llegué a un punto que mi cuerpo me pesaba, y cuando me iba a caer sentí unos brazos sostenerme. Susurré algo inaudible, para luego girar mi cabeza y encontrarme con el rubio, o eso creo. Me agarré la cabeza con una mano, quizás estaba empezando a alucinar. Todo me daba tantas vueltas que sentí la necesidad de acostarme en el sillón. Sonó bajos instintos en el preciso instante que sentí a Guido encima mío, depositando besos en mi cuello. Bueno, estaba borracha, supongo, pero de esto estaba bastante conciente dentro de todo. O puede ser que no. Justo cuando iba a pedirle que pare, atacó mis labios. Me dejé llevar por esos maravillosos labios carnosos, y le seguí el beso. A pesar de estar enamorada de Patricio, no puedo negar que Guido es un bombonazo. Mucho alcohol, quizás, que me saca de mi eje y me hace pasar las líneas prohibidas. Nuestras lenguas parecían jugar una lucha, en la que no había ganador y tampoco un perdedor. O bueno, tal vez ambos salgamos perdiendo con todo esto. Lo abracé para profundizar la unión y me atrevo a decir que es el paraíso. O quizás así lo sienta porque no estoy del todo conciente. Dejé de enredarme conmigo misma y le seguí el juego, ahora yo era la que repartía besos y mordidas por su cuello. Poco a poco la ropa empezó a estorbar, así que me encargué de deshacerme de su remera y él de la mía. Y respecto a lo demás, no hace falta explicar mucho que digamos, porque es obvio lo que terminamos haciendo.

[...]

Me desperté con un terrible dolor de cabeza y con ganas de vomitarme la vida. ¿Por qué tuve que tomar tanto? ¡Me odio! Miré la hora, las tres de la tarde. Perfecto eh, perfecto. Me puse a recordar todo lo de ayer, y no habían imágenes claras en mi cabeza. Sólo una fiesta, Patricio con una chica, Gastón llevandome en un auto, bajos instintos sonando...y unos carnosos labios devorando los míos. Abrí los ojos como dos platos al recordar eso, y no supe qué hacer ni cómo reaccionar. Sentí unas piernas enredarse con las mías, miré a mi lado y era el rubio que se estaba despertando. Lancé la sábana que nos cubría y me percaté de que ambos estábamos desnudos, así que volví a taparnos. A nuestro alrededor estaba toda nuestra ropa y varias botellas de alcohol vacías. Arrepentimiento era lo único que estaba sintiendo.

-Guido, despertate... -exclamé con la voz temblando-.

-¿Qué pasó? -preguntó mientras se rascaba los ojos-.

-¿Estás conciente de todo lo que está pasando?

-No, no me acuerdo de nada, ¿cómo llegué acá?

Fruncí el ceño y lo destapé mientras yo miraba hacia otro lado.

-¿Qué hago en bolas? -se rió-.

-Yo también estoy en pelotas, no sos el único. ¿Ahora entendiste? -le pregunté con un poco de enojo en mi voz-.

Se volvió a tapar y ahí lo miré a los ojos. Su mirada reflejaba lo mismo que la mía, arrepentimiento y sorpresa.

-No lo puedo creer, somos unos boludos...-se agarró la cabeza-.

-Encima ni me acuerdo, lo peor de todo che, lo hice con mi ídolo y no me acuerdo. -dije en broma, para aliviar la situación-.

Él frunció el ceño causando que suelte una carcajada.

-Bueno no, no es momento de jodas. -dije seria-.

-¿Me cuidé?

-Qué sé yo, ¿a mí me preguntas? No sé. -encogí los hombros-.

-¿Cómo que no sabes? -elevó la voz-.

-Armido, haceme el favor de no agarrartela conmigo. Estamos juntos en esto, y no te olvides que yo también estaba en pedo. Si nos enojamos sólo empeoramos todo.

-Bueno, tenés razón. -miró hacia otro lado-.

-Ahora voy a comprar la pastilla del día después, por las dudas.

-Te acompaño. -afirmó-.

-No deja, voy sola, mira si alguien nos llega a ver juntos o algo y flashean.

Él asintió y le pedí que mire a otro lado para yo poder cambiarme tranquila. Me vestí con algo bastante sencillo, me peiné un poco y salí de la casa. Mientras caminaba hasta la farmacia, pensaba en todo lo sucedido. Sentí como si lo hubiera traicionado a Patricio, y me siento una idiota por pensar en eso, porque mientras yo me arrepiento, él debe estar revolcandose con esa tipa. Soy una ilusa. Intenté recordar más a fondo sobre todo esto, pero la verdad es que no lograba memorizar nada. Un lío tremendo tenía en mi cabeza. Creo que lo tenía que hablar con alguien todo esto, y el indicado me parece Gastón. Además, él seguramente no se puso borracho, se va a acordar y me va a poder contar bien todo. Llegué a la farmacia y por suerte no había gente.

-Buenas tardes. -sonreí acercandome a la farmacéutica-.

-Buenas tardes, ¿qué se le ofrece?

-¿Me puede dar pastillas del día después?

-Claro, espereme un segundo por favor. -sonrió-.

Me quedé esperando unos segundos hasta que trajo la caja de estas píldoras. Le pagué, agradecí y me fui apurada hasta la casa del rubio. Quería tomar esas pastillas de una buena vez y olvidarme de todo esto, hacer como si nada hubiera pasado. Estaba aproximadamente a mitad de camino en el momento que me crucé con la persona que menos quería ver en este instante...

Tu locura [Pato Sardelli]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora