-¿Vamos ahora o más tarde?
-Vayamos ahora. -le respondi a Gastón-.
-¿Vos rubio venís?
-Yo siempre presente en todo, así que sí, los acompaño.
Después de resolver el tema de Jessica y comprobar la falsedad de su embarazo, nos fuimos al auto del rubio camino a mi casa. Por fin Cuty me colocaría las cámaras de seguridad. Ya no iba a molestar más a Guido estando en su casa. Yo les dije que no era necesario, pero ellos insistían e insistían. Contra la testarudez de los Sardelli no se puede combatir. Aunque eso quiere decir que se preocupan por mí y no hay cosa más linda que eso.
-Gasti, maneja vos. -le 'pidió' Guido mientras se sentaba en el asiento trasero del auto-.
-¿Otra vez me vas a hinchar las bolas que no tengo durante todo el viaje? -dije ocultando la risa y sentandome a su lado-.
-Bueno, se calman. Ustedes dos juntos es sinónimo de quilombo.
Nos reímos ante la comparación de Gastón, y sin darnos cuenta, el auto ya estaba en marcha. El viaje transcurrió, por suerte, en tranquilidad, hasta que obvio el inquieto de Guido tenía que arruinar eso. Empezó a tocarme el hombro, y cuando yo me giraba para preguntarle qué quería, se hacía el estúpido.
-Dale, deja de joder. -fruncí el ceño-.
-Yo no estoy haciendo nada. -dijo en un intento fallido de ocultar la sonrisa-.
Le di un golpe suave en el brazo mientras observaba como Gastón nos miraba por el espejo retrovisor interior del auto. Guido aclaró su garganta y volvió a su posición inicial, ya un poco más calmado. Todo para evitar el sermón de Cuty.
-¿Gasti falta mucho?
-Hace unos minutos no más que estoy manejando. Falta bastante. -me respondió Cuty concentrado en la carretera-.
Di un largo suspiro y sin percatarme apoyé mi cabeza en el hombro del rubio. En ningún momento se quejó; al contrario, me juntó más hacia él. Y así, sin querer queriendo, me quedé dormida.
[...]
-Dale, despertate ___. -me apodó Cuty-.
-Uh esta no se despierta más. -habló Guido mientras me movía el brazo-.
Abrí mis ojos con lentitud y lo primero que encontré fue un rostro demasiado cerca para mi gusto. En defensa propia, y sumando que recién me levanto, le di una sonora cachetada.
-¿Qué te pasa pelotuda?
Rasqué mis ojos, y no pude creer que fui capaz de pegarle a Guido. Su rostro quedó rojo del golpe.
-Perdón, estabas tan cerca mío y no distingui que eras vos. Lo hice en defensa rubio. Perdón. -dije sobandole la mejilla-.
Mientras tanto, Gastón, se estaba cagando de risa. Maldito. Ya le va a tocar a él. Le di las llaves de la casa a Cuty y dejé que él se encargue de absolutamente todo mientras yo charlaba con Guido dentro de mi casa. Ya lo extrañaba, no hay lugar como el hogar propio.
-Te dormiste en mi hombro. -habló Guido mientras se acomodaba un mechón de su melena-.
-Ah, sí...perdón por eso. -me disculpé al instante-.
-No, no hay problema.
-Voy a hacer café, ¿dale?
-Dale, voy con vos.
Caminamos en dirección a la cocina. Allí se encontraba Cuty, subido a una escalera, colocando la cámara de seguridad correspondiente en una esquina.
-No te vayas a caer eh. -bromeó Armido.
-Pobre Gastu, no lo desconcentres.
Me asomé a la alacena en la que guardo las tazas para así agarrar dos, pero gracias a mi casi diminuta altura y a que no llevo zapatos con taco, se me dificultó alcanzarlas. Maldecí en un susurro casi inaudible.
-No te la puedo creer. -se rió a carcajadas Guido-. Che Cuty, acá vas a tener que hacer alguna de tus modificaciones arquitectónicas respecto a la alacena. Muy alta para la nena.
-Qué malo que sos Armido. -dije con mi rostro reflejando seriedad-.
Gastón pareció no escuchar, se veía bastante concentrado en su trabajo.
-Dale, deja que te ayudo.
Se acercó a mí en grandes zancadas. Sentí su presencia detrás mío, dejandome sin tiempo para reaccionar. ¿Qué estaba sucediendo? Su dulce perfume inundó mis fosas nasales y sus brazos no tardaron en rodearme. Tragué saliva sonoramente al notar la mirada de reojo de Gastón. Definitivamente algo mal andaba acá y no sé qué. Quizás sólo estoy imaginando cosas donde no las hay. Sí, está todo bien, ¿no? Lo está.
-Acá están. -me dijo Guido, entregandome dos tazas-.
Malditas tazas. Maldita alacena. Maldita yo, que ahora me encontraba demasiado confundida. Me costaba mirarlo a los ojos después de aquella escena.
-Ah, bien...gracias. -agarré las tazas-.
Di un largo suspiro mientras preparaba el café. No sé qué está pasando con Guido. Sé que es un amigo, así lo veo y así me ve. Aunque desde que fui a su departamento algo está ocurriendo. Tal vez Patricio me está haciendo un lío cerebral y en el corazón y empiezo a 'flashear' cosas. Sí, debe ser eso, porque es imposible que me fije en Guido como algo más. Después de todo, afortunada o más bien lamentablemente, mi corazón le pertenece a Pato. Pero todo este episodio me confundía mucho. Quizás esté necesitada de un poco de afecto, lo mejor será alejarme. Sólo un poco, tampoco exagerar.
-Toma el café, Guido.
-Gracias. ¿Pasa algo?
Negué con la cabeza sin mirarlo a los ojos. En un segundo, no sé cómo, su mano se encontraba en mi mentón. Obligó a que haga contacto visual con él.
-Dale, algo pasa. -hizo una mueca-.
¿Escaparme como siempre o decirle la verdad? ¿Qué debía hacer? Es mi amigo, sé que puedo confiar en él, pero esto es algo raro y complicado de decir. Tengo miedo de hablar y comentarle mi confusión y que se arruine nuestra hermosa amistad. Últimamente estoy confundiendome bastante con este tema, no sé qué siento ni como lo veo. Estoy jugando a dos bandos y eso no es bueno; para nada. Pero aprendí que escaparse sólo empeora todo. También aprendí que a veces es mejor guardarse algunas cosas. Mordí mi labio inferior a tal punto de lastimarme. Gastón observaba la situación anonadado.
-Mira, yo...-dije en un hilo de voz, pero siendo interrumpida por el sonido de mi teléfono-.
Me zafé del agarre de Guido, aprovechando que milagrosamente mi celular sonó. Me fije quien era, y...
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Tu locura [Pato Sardelli]
Fanfiction¿Qué harías si conoces a tu ídolo, luego de tanto tiempo esperando, pero las cosas no resultan como vos esperabas? El amor nunca es fácil, el amor al final del día siempre duele, y eso ____ lo tiene más que claro. Dicen que después de la tormenta sa...