Capítulo 48: Buen amigo.

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Me encontraba en la cómoda cama de Guido, mientras lo observaba revolver entre todas sus cosas en busca de la caja donde guardaba los remedios y demás cosas de esta rama.

-Dale che, estás haciendo un quilombo bárbaro, no hace falta que me tomes la temperatura, estoy bien. -dije seriamente, con la voz un poco 'tomada'-.

-Vos haceme caso a mí, cuando un Sardelli dice algo es porque tira la posta. -habló sin dirigirme la mirada, mientras seguía revolviendo todos los cajones de su pieza-.

Habían cosas tiradas por donde mires, creo que no había rincón del piso sin algo encima. Me pregunto por qué guarda aquella caja en su habitación. Siguió así por un ratito hasta que finalmente lo encontró. Gracias Dios por tanto, perdón por tan poco.

-¡Acá está! -gritó victorioso, luego de buscar el termómetro entre todas las cosas de la caja, para después mostrarmelo-.

-Ya era hora Guidito...

Me coloqué el termómetro y ahora sólo era cuestión de esperar unos cinco minutos hasta que tome la temperatura. Mientras tanto, hablaba con el rubio.

-Bueno, entonces yo le mando saludos a Cuty, y le digo a Pato que vos estás enferma y por eso no bajas a verlo, ¿algo más?

-No, eso está bien. Traeme un vaso para escuchar por la puerta, y no te olvides de chusmearme todo eh. -me reí-.

-No te rías que te moves y el termómetro no va a tomar bien, quedate quieta, pareces Patricio son los dos unos inquietos. -sonrió Guido-.

-Uh ya tenes que meter al boludo ese, no me compares con él.

Pasaron bastante rápido los cinco minutos, y Guido me había sacado ese molesto aparato. Abrió los ojos como dos platos.

-¿Qué pasó postrecito?

-38 grados y medio, tenés fiebre, ahora te doy un remedio. Te lo dije, los Sardelli tiramos la posta siempre, ¿te lo dije o no te lo dije?

-Deja de agrandarte el amiguito, al final el que parece Patricio sos vos, los dos agrandados salieron. Anda a traerme el remedio mejor.

-Bueno, bueno eh. -se intentó hacer el enojado, pero no le salió-.

-Espero lo encuentres rápido, no como el coso ese. -dije señalando el termómetro, con una sonrisa en mi cara-.

Pasaron unos segundos y él agarró una caja que parecía ser el remedio para la fiebre.

-¿Qué decías? No te escuché. -se hizo el boludo mientras me daba de ese remedio-.

-Mejor callate. Voy a confiar en vos, espero no salir envenenada o con una sobredosis después de este remedio. -solté una risa-.

-Andas en graciosa vos, voy a llamar a Patricio para que sea tu niñero.

-¿Niñero? Flasheas cualquiera, la tintura se te subió al cerebro parece. Y no hables de ese feo.

Amo "pelear" con él, amo hacerlo enojar. Somos dos boludos que fingen pelear, pero bueno.

-Mira que lo llamo eh. -dijo sacando su celular-.

-¡No, dale Guido, ni se te ocurra!

-Mira como te asustas. -se rió, guardando su teléfono otra vez- Y le decís feo, pero bien que le entras como Gastón a las verduritas.

-Sos un pelotudo.

Y así pasamos el resto del día, fingiendo enojos, riendonos. La verdad que no parecía que estaba enferma, de hecho, nunca había "disfrutado" tanto estandolo. Tenía fiebre, me dolía la garganta, pero con un amigo como Guido eso no lo sentís, te olvidas de todo eso. Sin embargo, la noche se acercaba y eso me ponía bastante nerviosa. Bueno, sería peor si tendría que estar presente en la mesa, pero de igual forma, escucharía todo y los voy a tener más cerca de lo que me gustaría. Una bien y cinco mal, así parece que es mi vida.

Tu locura [Pato Sardelli]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora