Capítulo2: Mi familia.

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El sonido del despertador, me hace abrir los ojos. Me estiro y apago la alarma. La luz de la mañana entra por la ventana, lastimándome la vista.

Me siento a la orilla de la cama tratando de poner orden a mis recuerdos. No sé cuáles de ellos son reales y cuáles no. Tengo una vaga idea de haber hecho cosas indebidas en un callejón. El recuerdo me hace sonreír. Siento el latir de mi corazón en mi cerebro, la cabeza me duele horrible, el alcohol ha hecho lo suyo.

¡Bendita resaca!

Me levanto de la cama y después de ir a vaciar mi vejiga, voy directo a la cocina. Pongo un par de tortillas a freír, deseo tanto unos chilaquiles picantes. Lleno la cafetera hasta el tope. Amo tanto el café de grano americano, pero hoy no tengo, así que me conformaré con café de sobre.

«Café, es café» mi subconsciente despierta de su siesta y asiento contento. No sé qué sería de mí, sin la cafeína diaria.

Busco en mi refrigerador lo nesesario para una salsa verde. Después de lavar todo, lo meto en la licuadora y presiono el botón de moler.

El olor de el café listo llama mi atención, doy media vuelta, lo sirvo en mi taza preferida y le doy un pequeño sorbo. Está delicioso, caliente, humeante. Aunque no me gusta tanto el café soluble, hoy me sabe a gloria, la resaca hace que todo sepa tan bien.

Cuando la salsa está lista, agrego las tortillas fritas y me sirvo.

Oh mi Dios... Saben riquísimos, pero no como los de mamá, esos, sin duda son los mejores chilaquiles que he probado.

"Para una dura resaca, no hay nada como unos chilaquiles bien picosos": es la frase que siempre me decía mi madre las pocas veces que amanecía con resaca.

—Cierto, quedé de ver a mamá hoy —hablo en voz alta.

Extraño sus cuidados, siempre ha sido una exelente madre conmigo. Ella fue la primera persona en saber sobre mis preferencias y me comprendió, siempre estuvo conmigo en todo.

“Siempre serás mi hijo, cualquiera que sean tus gustos, eres mi sangre y te amo tal como eres”

No olvido sus palabras. Sonrío ante el recuerdo, también ella fue quien supo primero sobre Alejandro. Nunca aprobó mi relación con él, pero al menos, no se puso en contra. No es el tipo de madre que elige los amigos de sus hijos pero, tiene un sexto sentido, que le dice quién es buena persona y quién no lo es.

Como hoy es sábado, no tengo que ir a la escuela, y no tengo planes, además de que ya se lo había prometido, decido ir a verla.

Termino mi plato y lo meto al lavavajillas. Camino hasta mi recámara, me desvisto, enciendo la radio y Madonna canta "Candy shop". Otra canción más de mi lista de favoritas.

Camino hasta el cuarto de baño, giro el glifo y el agua tibia recorre la palma de mi mano. Está perfecta. Me apuro a entrar. Realmente nesesito una ducha pronto. Tomo la esponja y la enjabono, comienzo a tallarla por mi cuerpo y el recuerdo de Orlando tocándome llega a mi mente de un flashazo. No puedo creer que le pidiera que se quedara. Siento vergüenza por mi atrevimiento, ¿qué pensará Orlando de mí? Deseguro nada bueno, quizá que soy un fácil y que me he acostado con medio mundo. Desecho la idea y me meto bajo el chorro de la regadera.

Mi verdadero cieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora