No eres la persona que él necesita.

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De mi boca salen toda clase de gemidos.
Comienza a lamer mis testículos, tirando suavemente de ellos, después envuelve su mano en mi hombría. Subiéndola y bajándola a toda prisa.
Mi piel arde bajo su toque.

Con su mano libre jala hacia arriba mi bello púbico, torturándome.
Mis manos atadas comenzaban a molestarme, quería detenerlo.

Cuando creí que no soportaría más, se detiene. Me toma por los tobillos y levanta mis piernas dejándome abierto.
Me da una nalgada, dura, haciéndome gritar.

¡Puta mierda!, mi piel arde, parece que me hubieran quemado.
No me explico el por qué, del comportamiento de Orlando.

De inmediato siento sus labios sobre mi ano, besando, chupando todo a su paso.
Yo no podía dejar de gemir y susurrar su nombre, es desquiciante y delicioso al mismo tiempo.
Suavemente mete un dedo dentro de mí y lo retira, haciéndome querer más.
Vuelve a hacer lo mismo, una y otra… y otra vez.
Quiero bajar mis manos pero es en vano, están muy bien sujetas.

Siento la punta de su pene en la entrada de mi ano, comienza a tallarlo suavemente sobre mí.

Suelto una pequeña risa ante el cosquilleo que eso me provoca. Escucho que rasga el paquete de un condón.

Me gira y me pone en cuatro.
Vuelve a acariciarme con su pene como lo ha hecho apenas un segundo, haciendo círculos, pero puedo sentir el condón puesto en él.

Vuelvo a soltar una risita estúpida y siento como si me hubiesen apuñalado, atravesando todo mi trasero.

Se ha metido de tajo en mí sin avisar, haciéndome gritar con fuerza y retorcerme.

Demonios… eso duele más que la palmada de hace un rato.
¿Estaba esperando que me riera para atacame?
Me incorporo levantándome de la posición en que me ha puesto, pero sin separarme de él.
Puedo escuchar su respiración fuerte.

Pone una mano en mi espalda, pegándome más a él y la otra en mi cuello, ligeramente obligando a mi cara a subir hacia él.

Yo jadeante, aún con Orlando y el dolor dentro de mis entrañas.

—Eres mío, ¿entiendes?… mío, todo mío —gruñe, susurrándome al oído.

Puedo sentir sus dientes apretados mietras me lo dice. Después me besa la boca en esa incomoda posición, mordiéndome con fuerza.

Parece estar demaciado enojado, punzadas de miedo corren rápidamente por mis venas.

Comienza a moverse dentro y fuera de mí, pero esta vez más despacio.

—Te voy a girar sobre la cama, apoya tus manos en la cabecera y agárrate con fuerza —ordena, hago lo que me pide.

Me toma con ambas manos de la cintura y me gira.
Me sujeto con fuerza sobre los postes de madera de la cabecera y empieza a acelerar su ritmo.
Siento romperme de nuevo.

—Soy el único para tí, el único quien debe dormir en tu departamento; el único con quien debes salir. Eso que te quede claro —susurra.

Inmediatamente supe de quién habla, está celoso de Alberto.

Sube su pierna a la cama, encajándose más profundo en mí, bombeándome más recio.

Mi verdadero cieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora