Orlando me toma del brazo y voltea a ver a Beto.
—Te dije que te mantuvieras alejado de él. Te lo advierto —ladra, mientras apunta su dedo índice frente al rostro de Alberto.
Su tono lleno de rabia.No me atrevo a defenderlo.
Bajo la mirada y trato de zafarme de la mano de Orlando, pero es en vano, me tiene bien sujeto. Refuerza su agarre apretándome más el brazo. ¡Auch!—Hablaremos luego, Ricardo —asiento—. Con permiso —se gira caminando hacia su carro.
Miro cómo Alberto se aleja de nosostros para saber qué hacer.
Temo por el regaño que se me espera.
Trato de mirar hacia cualquier parte menos a él, pero Orlando mete su dedo bajo mi barbilla y la levanta obligándome a verlo a los ojos.
Son de un azul obscuro, fríos y con el ceño fruncido.—¿Qué cosa tienes que hablar tú con ese imbécil? —su tono duro.
Sé que sonará estúpido de mi parte, pero la forma en la cual me habla y me trata: me asusta y al mismo tiempo me excita de una manera tremenda.
Siento mis piernas hechas gelatina, pero mi erección comienza a crecer.
Está tan cerca su rostro del mío, que puedo besarlo. Es lo único que quiero, que me abrace y que me diga que todo va a estar bien.—No tienes por que llamarlo así y lo que yo hable con él, es algo que no te importa —digo, imitando su tono descortés.
Me jala hacia atrás liberándome de su cruel toque.
—No quiero que lo vuelvas a ver, ¿entendiste? —sus dientes apretados, su ceño fruncido. Se acerca a mí y yo retrocedo unos pasos atrás.
Entre más lejos mejor.
—Tú no me vas a dar órdenes, ¿y si lo sigo viendo? ¿qué...? No me digas que vas a venir a acusarme con mi madre —sueno demasiado arrogante.
Se acerca a mí y pongo mis manos en su pecho, empujándolo, alejándolo de mí.
—No estás en condiciones de pedir nada. Decidiste aceptar las consecuencias, ahora atente a ellas —me toma de las muñecas y me baja las manos hasta su erección.
Dios mío, está tan duro como piedra.
De inmediato me falta la respiración.Puedo ver en su garganta cómo traga saliva y se me lanza encima y me besa duro, metiendo su lengua en mi boca.
Puedo sentir la necesidad en sus labios, tanto como yo lo necesito a él.
Accedo y respondo a su beso con la misma urgencia.
Pone una mano en mi cara, acariciándome.Subo mis manos por su pecho, pero su mano libre me obliga a bajar a su erección, está deseoso de mí y yo también de él.
Caminamos hacia atrás hasta que siento la pared detrás de mí.
Pone sus manos en mi cadera, pegándome a su miembro.Quiero que me haga suyo, lo quiero ahora mismo. Subo mi mano hasta su cabello y lo jalo.
De pronto escucho a alguien aclarándose la garganta y me aparto de Orlando.
Ambos miramos hacia la entrada de la casa y está mi madre de pie.
Oh, no... ¿nos vió?
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Mi verdadero cielo
RomanceRicardo, un estudiante de preparatoria, un joven simple, común y corriente, nunca se hubiera imaginado conocer el amor abordo de un taxy. Pero no es solo el amor lo que encuentra en Orlando, si no más bien, un mundo totalmente desconocido para él. ...