"Déjame demostrarte cuánto te amo."

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Estoy temblando de los nervios por que todo salga bien.

—¡Vaya! pero qué sorpresa... pasen por favor, pasen.

La abrazo y le doy un beso en la mejilla.
Después me espero a que Orlando la salude fríamente, por su comportamiento de hace un rato. Pero me sorprende que hace lo mismo que yo.

Wow, Orlando es tan cariñoso. Sonrío ante su gesto y entramos hacia la sala.

—Mamá, quiero presentarte formalmente a mi novio..., Orlando —le digo, confiado en que nadie puede oírnos, ella lo mira y le sonríe.

Orlando le toma la mano y la envuelve con las suyas.

—Mucho gusto, señora... Orlando Del Real. Estoy para servirle —le dice y planta un beso en los nudillos de mamá.

—El gusto es mío, "ojos bonitos" —agrega mamá.

No puedo evitar reír tontamente, mientras veo como Orlando se sonroja.

Cuando estamos sentados los tres, mamá nos ve sonriente y sé en lo que piensa.

—Bueno, ¿piensan hablar o qué? —pregunta mamá. Reímos los tres.

—¿Cómo se conocieron? —habla al ver que nadie dice nada.

Mamá siempre tan curiosa

—Lo conocí de camino al instituto, en su taxi. Mamá, Orlando fingió ser el chofer, pero en realidad no trabaja de eso —Orlando se sonroja y me mira—. De hecho, no dejaba de hacerme preguntas, se enamoró de mí al instante —los tres reímos, y Orlando mira hacia sus dedos juguetones, apenado.

No quiero mentirle en absoluto. Un ¡ding! Suena proveniente de la cocina. Mi madre voltea y se levanta. Al instante Orlando también. Adoro su caballerosidad.

—Perdonen, dejé la comida en la estufa —Orlando asiente y mamá se va a la cocina.

El apuesto hombre enfrente de mí, me mira, está pensando en algo.

—¿Ya te arrepentiste de haber venido? —pregunto y ambos reímos.

—Claro que no, es sólo que tu mamá es una gran persona. Estoy fascinado con ella —me dice y puedo notar un toque de tristeza en sus palabras.

—Sí, lo sé... pero ya me presentarás a tus padres. Estoy seguro de que quedaré igual de fascinado que tú.

La tristeza llega hasta sus ojos y agacha la mirada. De pronto, suenan unos pasos en la escalera. Ambos volteamos y puedo ver unos zapatos descendiendo.

Santa mierda, papá está en casa. Me levanto alarmado y Orlando hace lo mismo.
Cuando mi papá nos ve, se acerca y me saluda.

—Hola, papá, mira, él es Orlando… mi pareja —le digo con todo el miedo atorado en mi garganta, siento que voy a llorar.

Mi padre lo voltea a ver y después de lo que parece una eternidad habla.

—Mucho gusto, Armando Ortíz. Esta es su casa, siéntase como en ella —le dice mientras le estrecha la mano.

Mi verdadero cieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora