Justo cuando voy saliendo del instituto, veo el Mercedes Benz estacionado a unos pasos de la entrada.
Me duele el estómago de imaginármelo allí de pie.
Me regreso y me siento en una de las bancas del patio, necesito tiempo para saber qué decir y cómo actuar.
No sé si tengo que actuar como ofendido y pasarme de largo, sin siquiera voltearlo a ver, o platicar con él.Pero sé que me terminará convenciendo con su mirada
«derrite bóxers» y sólo habré hecho el peor oso de mi vida.«•Suspira hondo y no olvides respirar.
•No te dejes seducir por su hábil boca y potente voz.
•Que no te toque ni un pelo.
•Y lo más importante, ¡no lo mires a los ojos!»Ese será el plan, mientras me apegue a él, estaré bien.
Me lo repito una y otra vez, tratando de memorizarlo.Vuelvo a suspirar fuerte y camino hasta la salida.
Cuando salgo por el portón, camino hacia el puente, sin siquiera mirar su carro.¡Diablos, por qué no traje mi moto!
Escucho un portazo que provenía de su auto y me grita:
—¡Ricardo!... espera, ¿podemos hablar?
Mi corazón se detiene y me falta la respiración. Sigo caminando, simulando no haberlo escuchado.
Vuelve a gritar mi nombre pero esta vez más fuerte.
Puedo escuchar sus zapatos caminando hacia mí.Me detengo en seco y me giro, apenas y alcanzo a poner mis manos. Siento su cuerpo estrellarse con fuerza contra el mío, hemos chocado.
Sus esculpidos labios rosan mi frente y su pecho me empuja hacia atrás.
Suelto un chillido y recupero el equilibrio. Él también se reincorpora y camina dos pasos hacia atrás.
Bueno ya me tocó. Eso ha debilitado mi plan.
—Lo siento, ¿estás bien? —pregunta.
Miro su rostro y trata de reprimir una sonrisa.
Rápidamente miro hacia el suelo y asiento con la cabeza.—Sí, no te preocupes.
¿Porqué diablos tartamudeo?
—¿Podemos hablar...? me tenías preocupado, ¿porqué no respondiste a mis llamadas? —agrega.
"Respira, respira" me digo a mí mismo.
El aire me trae su esencia, su embriagante loción, siento como acaricia mis fosas nasales y me debilita.«¡No respires, no respires!»
me ordena mi subconsciente. tiene una pinza para ropa en la nariz.—Tenía el celular en silencio, no me había dado cuenta —me limito a responder.
—Está bien, ¿podemos ir a algún otro lugar? —pregunta.
No quiero estar en un lugar a solas con él y menos frente a frente. Aún puedo seguir con el plan.
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Mi verdadero cielo
RomanceRicardo, un estudiante de preparatoria, un joven simple, común y corriente, nunca se hubiera imaginado conocer el amor abordo de un taxy. Pero no es solo el amor lo que encuentra en Orlando, si no más bien, un mundo totalmente desconocido para él. ...