El día amaneció nublado, me doy una ducha rápida y me visto.
Saludo al oso de Orlando, "Pechochin" (así es como decidí nombrarlo), que está sentado en el sofá.
Me pongo una bufanda y un gorro, afuera parecía hacer demasiado frío. Me monto en mi vieja confiable y me voy.
El día sigue teniendo el mismo rumbo, sólo profesores advirtiéndonos sobre los exámenes finales.
Me alegra mucho de que dejaré pronto de estudiar y conseguiré un empleo de medio tiempo. Así dejaré de depender de mi padre y pagaré yo mismo la universidad.
Cuando la chicharra suena, otro día ha terminado.
Reviso mi celular y aún no hay rastros de Orlando, ya son cuatro días desde que nos peleamos y no he tenido noticias suyas.
Me comienzo a preocupar por él, pero si no me busca es porque nunca le importé.Me subo a mi moto y regreso a casa.
Me preparo una ramen y hablo con Pechochin acerca de Orlando mientras me la como.
Sé lo tonto que me veo, pero siento que si no hablo con alguien me volveré loco.
Mi celular comenzó a sonar y mi corazón saltó de emoción, pero sólo era Albeto de nuevo.
Me preguntó cómo estaba y que cómo había pintado mi día, también me preguntó si quería salir algún lado, pero me negué, no estoy de ánimos como para salir.Decidí terminarlo rápido y cuelgo.
Me asomo por la ventana, miro hacia abajo, las pocas personas pasar y las estrellas en el obscuro cielo.
Me aburro estando solo, encerrado.
Me doy cuenta, que yo era así antes; antes de conocer a Orlando, me la pasaba encerrado en mi departamento.No sé por qué ahora me siento de esta manera.
Miro el reloj, 8:32 p.m.
Decido preguntarle a Beto si aún su propuesta de salir seguía en pie, para mi fortuna aceptó venir a visitarme y ver de nuevo unas pelis.Cuando llega, trae consigo unos video juegos y un par de películas en DVD. Vemos la de Resident evil y después nos ponemos a jugar Call of Duty, uno de sus juegos favoritos.
Seguimos sin hablar sobre el molesto tema del beso, ni de Orlando hasta que apagamos la televisión.
—¿Y Orlando no te ha llamado? —pregunta, sacándome de mi órbita.
El pensamiento aún me duele, muy duro.
—No, aún no —me limito a responder.
Al parecer se percata de mi incomodidad y no pregunta nada más.
Cuando se hace tarde, decide irse.
Lo acompaño hasta la puerta y vuelvo a mi cuarto, llevándome a Pechochin conmigo.
Tiene el aroma de Orlando lo que me ayuda a dormir más tranquilo.No sé si deba llamarlo yo, al menos para saber si está bien.
Tomé el celular, pero antes de marcar decido no hacerlo.
Apago las luces y me duermo.
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Hola.
Muchas gracias por leer.
SONRÍAN
Ü
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Mi verdadero cielo
RomanceRicardo, un estudiante de preparatoria, un joven simple, común y corriente, nunca se hubiera imaginado conocer el amor abordo de un taxy. Pero no es solo el amor lo que encuentra en Orlando, si no más bien, un mundo totalmente desconocido para él. ...