Capítulo 11: Ojos verdes.

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RICARDO

Abro los ojos y la luz entra tenue por las ventanas. Miro a Orlando y está profundamente dormido, envuelto en las sábanas.

Está de espaldas hacia mí, puedo ver el tatuaje en su espalda, ya se me había olvidado que estaba ahí.

Me levanto con cuidado esperando no despertarlo. Camino hasta el baño y dejo abierto por si Orlando nesesita usarlo.

Cuando termino, regreso a la habitación y sigue durmiendo. Camino hasta donde él está y le planto un beso en los labios. Esta mañana se ven tan carnosos.

Se remueve en la cama y susurra algo que no logro entender.

—Iker, no... —vuelve a repetir, pero esta vez lo dice más fuerte.

¿Iker... No era el tipo del antro?
Mis ojos se abren como platos y miles de preguntas abordan mi cerebro.
¿Seguirá viéndolo?

Tomo unos pantalones y una camisa, camino hasta la sala y me visto allí, con la duda rebotando fuerte en mi cabeza.
Me seco el cabello y lo levanto con spray. Decido no esperarlo a desayunar y me sirvo un plato de cereal con leche.

Después de unos minutos el bello durmiente despierta y camina por el departamento en calzoncillos. Sigue mormado y con la cara hinchada de tanto dormir. Se acerca y junta sus labios con los míos.

—Buenos días, ¿qué hora es? —me pregunta con la voz ronca.

—Son casi las siete... ¿A qué hora tienes que estar en..., dónde quiera que son las juntas? —pregunto.

Se sirve cereal también y se sienta frente a mí en la mesa.

—A las ocho en punto, pero ¡agh! —dice mientras mueve su mano en el aire—. Soy el jefe, ellos pueden esperar unos minutos.

Me sonríe y suelto una risita tonta.

—Está bien, ¿y a qué hora volverás? —pregunto.

Tal vez traiga a Alberto aquí y no quiero sorpresas.

Parece que puede leer mi mente. Deja de masticar su cereal, para mirarme directo a los ojos, los entrecierra y después sigue con lo suyo.

—Tarde. Pero no volveré aquí, mandaré a alguien a recojerte y nos veremos en mi departamento —me dice todo autoritario y asiento.

Pensé que diría algo sobre mi tarde con Alberto, pero no.

Se levanta de la mesa y camina hasta la recámara, dejándome solo.

Meto los platos al lavavajillas y decido esperarlo en la sala, viendo un capítulo repetido de Bodas gitanas.

Cuando regresa, está completamente vestido.

—Bueno, tengo que irme. Te veo en la noche, cariño.

Me levanto en seguida y lo acompaño hasta la puerta. La abre y se gira para darme un beso, lento y tierno. Pongo mis manos en su rostro y me sonríe.

—Te veo al rato —le digo y se va. Espero hasta que baja las escaleras y cierro la puerta.

Me siento raro haciendo esto, es como si fueramos una pareja de casados. No sé si me gustaría vivir para siempre con Orlando. Ayer estaba muy amoroso y hoy amaneció con otro humor, ¿es eso lo que quiero?

Mi verdadero cieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora