Desconcertado, regreso a la cama y me arrodillo sobre ésta. Es realmente grande y las sábanas acarician mi piel desnuda.
¿Qué pasó ayer?
Mi subconsciente no responde.Envuelvo mis rodillas entre mis brazos. Afortunadamente no hace frío aquí.
Paso gran tiempo de esta forma que mi espalda arde.
No sé qué hora es, ni cuánto tiempo he estado aquí.De la nada la puerta se corre, dejando entrar un gran rayo de luz que obliga a mi ojos a cerrarse, cegándolos. Se cierra de nuevo y una silueta humana aparece.
-Veo que ya despertaste -susurra la voz de Orlando y el alivio me inunda el pecho.
Enciende la luz con un control remoto.
Rápidamente me levanto de la cama y corro hacia él. Estrecho su trabajado abdomen entre mis brazos y su perfume me llena los pulmones.
Me separo, y nuestros ojos se encuentran.-¿Dónde estamos? -la curiosidad me gana.
-Ésta... ésta es mi habitación preferida; donde llevo a cabo mis prácticas.
Su azulada mirada se pierde hacia atrás de mí.
Mi ceño se frunce y me giro, estamos en una habitación enorme, con tres paredes de madera y una última de vidrio oscuro. Si no me equivoco, es de esos vidrios que hay en las prisiones, donde sólo se puede apreciar desde un lado del espejo. ¿Por qué Orlando tendría un espejo así? Es ilógico. Me encojo de hombros y el chico escualido y semidesnudo que se refleja en el cristal me imita. El suelo es de madera y las paredes incluído el techo, son de un color rojizo, parecido al tono de la sangre, con detalles color dorado, negro y café. Al fondo, está la enorme cama en la que estuve hace apenas un par de minutos y que ahora puedo ver, que tiene cuatro largos y gruesos postes en cada esquina, todos ellos tallados con hermosas figurillas. Ocupa la mitad de la habitación. Al centro, hay un mueble, igual oscuro, parecido a un caballo pero sin cuello ni cabeza. ¿Para qué se usará? ¿tendré que montarme en eso? Jamás había visto una cosa como ésa.
Mi vista sigue su recorrido, y miro atónito cada artículo que hay. Supongo que todo tiene un propósito para estar aquí.«También tú » dice certero mi subconsciente. Y tiene toda la razón. Se que tengo un -porqué- para estar aquí.
Despejo mi mente y sigo inspeccionando el lugar hay una variedad de muebles de madera oscura, parece carnicería aquí. De la pared derecha cuelgan diferentes tipos de látigos, todos de color negro y lo que al parecer, son de cuero en su mayoría, también, alcanzo a ver varios metros de cuerda anudada, de todos los grosores y colores, de diferentes materiales de los cuales no tengo ni la menor idea de que serán. ¿De algodón, de plástico... de metal? ¿existe la cuerda de metal? Por mi bien, espero que no. Mis ojos siguen su dirección y me encuentro con cadenas que descienden del techo, uniéndose unas con otras por piel café con hebillas y remaches. Formando una especie de arnés.
Parece un columpio. Me gustan los columpios. Mi cara se contrae, disgustada. Sé muy bien que éste no me agradará.
Hay una enorme mesa color chocolate en la esquina izquierda, y sobre ella, hay repisas de metal con decenas de palos largos y varas.
El lugar me recuerda a los antigüos calabozos de la edad media, los que usaban para torturar a las personas. Mis ojos se abren impactados. La palabra 'asustado' se quedaría corta, con lo que siento.Trago saliva, imaginándome lo que Orlando ha hecho aquí.
«¿Con cuántas personas ha estado aquí?», mi subconsciente pregunta asqueado.
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Mi verdadero cielo
RomanceRicardo, un estudiante de preparatoria, un joven simple, común y corriente, nunca se hubiera imaginado conocer el amor abordo de un taxy. Pero no es solo el amor lo que encuentra en Orlando, si no más bien, un mundo totalmente desconocido para él. ...