Azul y avellana.

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Cuando la razón vuelve a nosotros, nos reincorporamos.
Él se acuesta a un costado de mí, pone las manos debajo de su cabeza y cierra los ojos.

Me tomo un minuto para examinarlo.
Madre de Dios..., en serio es un apuesto hombre: cuerpo de gladiador, sus hermosos labios carnosos esculpidos por los mismísimos ángeles. Su barba semi crecida le da un toque rudo a su apariecia, me enloquece.
Tiene unas largas y enchinadas pestañas por encima de aquellos adorables ojos color del cielo, que en este momento descanzan bajo sus parpados. Su cabello negro azabache, alborotado por nuestro delicioso encuentro.

Sonrío, teniendo la certeza que no puede verme, ¿qué habré hecho para merecer este regalo de la vida?, me pregunto hacia mis adentros.

«Sin duda algo muy bueno como, ayudar a los ancianos o rescatar animales», me responde mi subconsciente, ha estado sentado mirándome. Viendo mi reacción y mi cara de idiota, babeando por el hombre enfrente de mí.

De pronto Orlando abre los ojos y me mira, azul destellante y café avellana mezclándose.
Me sonríe tímidamente y gira su cabeza hacia mí. No puedo evitar devolverle el gesto.

—¿Apreciando el panorama? —me pregunta, me hace reír y él también ríe conmigo.

—Claro que lo disfruto, jamás podría cansarme de mirarte —suspira y me acaricia el rostro con la parte trasera de sus nudillos.

—Lo mismo pienso, no me cansaría jamás de estar contigo. Eres como una droga para mí —me dice. Miro hacia abajo ruborizándome por su comentario.

—¿Tienes hambre? —me pregunta.

Volteo a mirarlo y tiene una expresión de asombrado, con ojos bien abiertos y las cejas alzadas. Esperando una respuesta.

—Ehmm... Ahora que lo dices,  creo que sí. ¿Quieres que te prepare algo? —le pregunto mientas me levanto.

Nesecito ir al baño urgente, mi vejiga explotará si no lo hago. Tomo un short y me lo pongo. Aún no soporto que me mire desnudo.

—No..., tengo un mejor plan. Vístete —me dice. Lo volteo a ver y está con una enorme sonrisa.

Arqueo una ceja preguntándome que planes tendrá.

~ • ~ • ~ • ~ • ~

Después de que Orlando hiciera unas llamadas, salimos del edificio y caminamos hasta su auto. Él, gentilmente me abre la puerta, y entro sonriéndole.

Es un caballero ante todo.

Rápido rodea el auto y entra cerrando la puerta detrás suyo.

—¿Ya me dirás a dónde vamos a ir? —le pregunto.

Nunca me han gustado las sorpresas (eso creo que ya se los dije), me ponen muy nervioso.

Miro hacia afuera, el Sol está ocultándose en el horizonte.
Supongo que iremos a algún tipo de restaurante.
Me preguntó si yo tenía hambre.

—Es una sorpresa ya te lo dije. Eres muy impaciente —pone su mano sobre mi pierna—. Te gustará —agrega y me sonríe calmándome.

Mi verdadero cieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora