Mientras me toma por ambas manos, me mira sonriente.
Mis ojos se abren y comienzo a tartamudear:
—Seño… señora yo… yo no sé….
Alza su mano hasta mi boca y suavemente la posa sobre mis labios, callándolos.
—No tienes por que decirme nada más. Conozco muy bien a mi hijo, sé sobre sus gustos y quiero que sepas que lo apoyo en todo. Cuando lo vi esta mañana, pude ver que su mirada ha cambiado y que sonríe más a menudo. No sabes cuán feliz me hizo verlo así. ¿Sabes hace cuánto no lo veía sonreír?… hace mucho y sé que eres tú la razón de que sus ojos hayan vuelto a brillar de nuevo. Lo sé, por que vi cómo te miraba cuando te presentaba con nosotros —sus ojos se escuecen y las lagrimas comienzan a correrle por las mejillas.
Puedo ver en su mirada que es una buena persona, una madre que realmente ama a su hijo. Miro a todas partes intentando no llorar, pero mi intento falla y lloro junto con ella. Junta mis manos y las envuelve con las suyas y sonríe.
—No sé a quién se le ocurrió esa tonta idea de presentarte como su empleado, pero conmigo no tienen porque seguir fingiendo. Sé que eres una buena persona y cuidarás bien de mi mushasho.
Orlando llega corriendo hasta nosotros, interrumpiendo a su madre. Ambos lo volteamos a ver y Orlando nos mira con los ojos asustados.
—¿Qué ocurre mamá? —pregunta.
Emma nos toma de mano a ambos y nos mira con ternura.
—Hijo… lo sé todo. Y quiero que cuenten conmigo y que estén seguros de que los apoyaré en todo. Eres el niño de mi corazón y si Ricardo es tu felicidad, no me opondré a ello.
Orlando, cuidadosamente limpia con su pulgar las lagrimas de su madre y ella sonríe.
No puedo estar más contento en la vida. La madre del hombre a quien amo, me acepta, acepta nuestra relación.
Mi subconsciente está dando saltos y giros, está feliz al igual que yo.
Las lagrimas que ahora corren por mi rostro son de alegría, mi corazón late rápido que creo que se me saldrá del pecho.
—Muchas gracias, señora —digo, mi voz apenas es un susurro.
Ella niega con la cabeza, sonriente.
—Llámame Emma, cielo.
Asiento rápido y ella mira a su hijo que se tambalea de borracho.
—Cariño, Ricardo está cansado y quiere irse ya. Por qué no lo acompañas hasta el cuarto de invitados.
—Claro que no señ… Emma, yo me estoy quedando en el hotel. No quero causarle ninguna molestia —agrego rápidamente.
—Claro que nos quedaremos aquí, madre —responde Orlando por los dos.
Ella asiente y me da un abrazo. Se siente tan bien.
—Bueno yo tengo que quedarme a despedir a los amigos de tu padre. Discúlpenme.
Se da media vuelta y se pierde entre la multitud que ahora es menos. Orlando aún me sigue tomando por la mano y me jala hacia afuera de la carpa.
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Mi verdadero cielo
RomanceRicardo, un estudiante de preparatoria, un joven simple, común y corriente, nunca se hubiera imaginado conocer el amor abordo de un taxy. Pero no es solo el amor lo que encuentra en Orlando, si no más bien, un mundo totalmente desconocido para él. ...