Me da un beso en la frente y se sale lentamente de mí.
Me bajo de su regazo y me acomodo en la cama, tapándome con las sábanas, aún sientiéndome apenado.—Eso fue maravilloso. Eres increíble, pequeño —me besa en los labios y me sonríe—. Ahora vuelvo.
Le devuelvo el gesto. Cielos, estoy tan feliz.
Se gira y entra al baño. Al sentarme en la orilla de la cama, el culo me duele como si me hubiese metido un huevo de avestruz por el ano. No puedo evitar quejarme.Me levanto y busco mis bóxers entre la ropa tirada en el suelo. Me los pongo y con ellos su camisa. Huele a su perfume y a jabón de baño, el olor me embriaga. Me meto de nuevo a la cama y tomo mi celular de entre mi pantalón. 10:49 ㏘ Cielos, ya es bastante tarde.
Tengo un mensaje, pero decido ignorarlo. Pongo mi celular debajo de mi almohada y me acurruco en las cobijas.
Cuando él sale, todavía sigue totalmente desnudo, ¿no siente pudor alguno?
—¿Has visto mis calzoncillos? —pregunta.
Señalo con el dedo la silla en la esquina del cuarto.
—¿Quieres cenar...? Puedo prepararte algo —agrego.
Me mira y alza las cejas en sorpresa mientras se pone sus Calvin Klein.
Mierda, se ve tan sexy en bóxers.—No quiero causarte molestias, además creo que es algo tarde.
Maldita sea, ¿se piensa ir?
—No es ninguna molestia Orlando, me encanta cocinar. Quédate, por favor —me levanto de la cama, y me acerco hasta donde él está.
Planto un beso en sus labios y lo tomo por la mano, mirándolo a los ojos, le doy una enorme sonrisa.
Me sonríe y baja la mirada hasta su camisa que traigo puesta.—Está bien me quedo, gracias —se gira y después se devuelve para verme—. Oye, te queda muy bien esa camisa —dice sonriente.
—Un poco. Sígueme... ¿qué se te antoja? —sonrío, alagado por su comentario mientras lo jalo del brazo hacia la cocina.
Cuando llegamos lo suelto y se sienta sobre uno de los bancos altos en la barra.
—Créeme que comería lo que sea…, pero se me antoja otra cosa ahora mismo —dice mientas me mira el trasero.
Santos infiernos, inmediatamente eso resuena en mi entrepierna. Jadeo sin querer.
«Piensa hacértelo de nuevo», dice mi subconsciente emocionado, río tontamente ante el pensamiento.
—Cenemos primero —le sonrío perversamente.
¿Cómo hace para ponerme así con tan sólo unas palabras? Tomo un sartén y lo pongo en la estufa.
Camino hacia el refrigerador y saco un par de huevos, tocino, y unos condimentos. Doy gracias al cielo apenas haber ido por la despensa hace algunos días.Cuando cierro la puerta de la nevera, él está ahí parado mirándome, sonríendo. Me dice:
—Quiero ayudarte... ¿qué hago?
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Mi verdadero cielo
RomanceRicardo, un estudiante de preparatoria, un joven simple, común y corriente, nunca se hubiera imaginado conocer el amor abordo de un taxy. Pero no es solo el amor lo que encuentra en Orlando, si no más bien, un mundo totalmente desconocido para él. ...