Capítulo 19: Fiesta de la prepa

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RICARDO

Después de despedirme de Alberto, y de inhalar el humo de tres cigarrillos más, por fin estoy en mi departamento.
Abro la puerta y el lugar huele a humedad, ¡asco!
Camino por entre los sillones y el terrible olor se debe a las decenas de arreglos florales ahora marchitos.
Olvidé que estaban aquí.

Pongo manos a la obra y comienzo a recoger el lugar, tiro a la basura todas las macetas, limpio por encima de los muebles y lavo el piso con un aromatizante muy fuerte, para que el olor se vaya.

La espalda me reclama descanzo, han sido cerca de once horas sentado en el asiento del auto, más aparte, el hacer el aseo de mi departamento, no es nada fácil de soportar.

Cansado, camino hasta mi recámara y me lanzo sobre la cama. Sé que no debo y aunque no quiero hacerlo más, pienso en Orlando. No sé qué estará pasando con él, ni con su familia.

Saco mi celular sin batería de mi bolsa y junto con él, cae la foto al suelo. Inmediatamente atrae mi vista y me arrodillo para recogerla. Orlando se ve tan feliz y yo con él.

¿Por qué todo tuvo que tomar este camino?
Maldigo internamente.

«Porque no pudo serte fiel» mi subconsciente vuelve a meter el dedo en la herida.

Tiene razón, no sé por qué demonios me pidió casarme con él, si no íba a poder sostener su estúpido juramento.
Tomo la foto y la meto de regreso a mis pantalones, miro mi teléfono sin vida y lo conecto a la toma de corriente, me enrredo entre las cobijas y me duermo.

◀▷ ◀▷ ◀▷ ◀▷ ◀▷

El molesto tono de llamada de mi celular me obliga a abrir los ojos. Me giro sobre la cama y tomo la llamada, sin siquiera mirar quién es.

—¿Sí? —arrastro la palabra.

—¡Qué bueno que respondes!, he estado marcándote cientos de veces. ¿Dónde carajos estás? —la voz de Consuelo chilla a través del auricular.

—En mi casa..., dormido... deja de exagerar "Chelo"—digo con una voz ronca que ni yo mismo me conocía y sonrío, sé cuánto la enfurece que le llame así.

Escucho que bufa enfurecida.

—Deja de llamarme así y ábreme la puerta, estoy aquí desde hace un rato ya.

—Espera...

Me levanto enseguida y camino descalzo hacia la puerta.
¿En qué momento me quité los tenis?

Abro la puerta y le sonrío. Ella se abalanza contra mí y me estrecha en un abrazo apapachador. Suspiro hondo.

—Te extrañé mucho amigo —gimotea, río internamente y nos separamos, viéndonos fijamente a los ojos del otro—. Arréglate, tenemos que ir al convivió de la prepa.

Inmediatamente la sonrisa se me borra y niego con la cabeza.

—No, no puedo, Consuelo.

—No empieces de aguafiestas. Ya me lo habías prometido. ¿Permitirás que tu mejor amiga vaya sola a ese ambiente lleno de degenerados? —sonríe tiernamente y yo camino hacia mi cuarto.

Mi verdadero cieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora