Fiesta.

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Caminamos de nuevo por el pasillo hasta llegar al elevador. Cuando bajamos, la camioneta negra espera por nosotros en la entrada.

Subimos en la parte trasera. James está al volante, nos saluda y nos vamos. Mis manos están sudorosas y mi estómago arde.

Orlando mira a través de la ventanilla, parece que está nervioso al igual que yo.

¿En qué estará pensando?
Me siento culpable de alguna forma, y no logro entender por qué.

Envuelvo su mano con la mía, gira su cabeza y me mira.

—Todo estará bien —susurro, me sonríe y talla sus dedos contra el dorso de mi mano.

No sé cómo puedo decir cosas como ésa, si ni siquiera yo estoy seguro de qué pasará.

Durante todo el trayecto no hablamos ni decimos nada. No quiero ponerlo más nervioso de lo que ya estamos los dos.
Cuando el auto se estaciona, Orlando anuncia que hemos llegado y las náuseas invaden mi cuerpo de nuevo.

James se apresura y abre la puerta para poder bajarme. Estamos frente a una gran hacienda, en la entrada hay un enorme arco que rodea la gran puerta. En éste, está escrito con grandes letras blancas:
˝Hacienda Del Real˝.

—¿Ésta, es la casa de tus papás? —lo miro y los pies me tiemblan.

—Así es.

—¿Tienes hermanos? —pregunto.

Ahora que me doy cuenta jamás he hablado de esto con Orlando. Nunca ha mencionado a su familia y tampoco le he hecho preguntas acerca de eso.

Me mira, al parecer incómodo.

—Sí, somos tres. Te los presentaré en un momento.

Caminamos hacia adentro mientras James aparca el auto. Entramos, la recepción es grande y espaciosa.
Todo está decorado muy a la antigua: con detalles elegantes y con grandes candiles colgando del techo. Hay largas telas colgando sobre arcos que nos guían hasta una enorme carpa. La fiesta será al aire libre. Pueden verse decorados los troncos de los arboles con luces blancas y los grandes arbustos, le dan un toque misterioso a la reunión. El piso es de piedra tallada y coloreada en tonos marrones. El aire es frío y me alegro de haber traído el saco.

En cuanto entramos a la enorme carpa, se respira un ambiente lleno de lujos y excentricidades. Todo está finamente decorado, las decenas de mesas tienen manteles color hueso, con detalles en tono café. Al centro, un enorme arreglo de flores doradas, muy al estilo del restaurante de Orlando.
El piso es de azulejo blanco y negro y hay una enorme pista de baile despejada al centro de la carpa. Los hombres están vestidos de igual manera, con smoking y zapatos perfectamente lustrados; mientras que las mujeres con finos vestidos, largos hasta el suelo, con la joyería más exquisita y con peinados elegantes que debieron costarles horas.
Por fin siento mi ropa acorde al lugar.

Nos quedamos un momento de pie en la entrada y después caminamos de nuevo, pero como suponía, Orlando no me toma de la mano y camina alejado de mí.
Comienzo a sentirme incómodo y de inmediato quiero irme de aquí.

«Fue mala idea», añade mi subconsciente y asiento nervioso.

Llegamos al fondo del lugar, hasta una enorme mesa larga, está totalmente ocupada con excepción de dos lugares.

Mi verdadero cieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora