De Del Real.

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No sé si es la emoción del momento o el nivel de alcohol que corre ahora por mis venas, pero la idea me parece genial y termino aceptando, asintiendo rápidamente con la cabeza.

Orlando deja un puñado de billetes sobre la mesa, me jala de la muñeca y salimos corriendo del lugar. No sé hacia dónde me lleva, no puedo concentrarme en dar una ojeada al lugar, todo me da vueltas de una forma horrible. Definitivamente estoy ebrio hasta la coronilla. Llegamos a la camioneta y James nos está esperando.

—Súbete, ahora te alcanzo —ordena.

Orlando le susurra algo al oído a James, después se sienta conmigo en el asiento trasero y pone una mano sobre mi muslo.

James arranca la camioneta y nos pone al tráfico, está conduciendo demasiado rápido, ¿porqué tanta urgencia?

«Tal vez sea tu borrachera», me regaña mi subconsciente.

El aire que entra por la ventanilla, me pega en el rostro. Orlando toma mi mano y la apreta con la suya. Giro la cabeza y su sonrísa se desvanece.

—¿Estás bien? —pregunta.

—No lo sé.

De la nada comienzo a sentirme mareado y con ascos. Creo que vomitaré.

—Estás muy pálido.

Mi estómago se contrae y el líquido se me sube por el esófago quemando mi garganta.
¡Carajo!

—¡James, detén el auto! —grita Orlando y James frena de golpe.

Orlando abre la puerta y estamos en un lugar que es desconocido para mí.
Mi estómago vuelve a contraerse y vomito cerca de la acera.

¡Mierda!
«¡Qué vergüenza!», exclama mi subconsciente.
No puedo discutir a eso.

Orlando me tiene agarrado por la cintura con ambas manos, no logro entender lo que me dice, mis bramidos no me dejan escuchar con claridad.

Cuando me tranquilizo me limpio la boca con la muñeca y no quiero mirar a Orlando a los ojos, siento que se me cae la cara de vergüenza.

—¿Estás mejor? —pregunta angustiado.

Asiento mientras camino hacia la camioneta de nuevo. Me acomodo en el asiento y Orlando me pone el cinturón de seguridad.

—Descansa un rato, cariño.

Los ojos se me cierran.

—Orlando, pero yo… —intento preguntar qué pasará, pero al parecer entiende sin que se lo pregunte.

—Te avisaré cuando hayamos llegado.

Cierro los ojos y me duermo.

◀▷ ◀▷ ◀▷ ◀▷

Después de un rato siento unas palmadas en el rostro, y unos labios sobre los míos. Lentamente abro los ojos y me encuentro con los hermosos ojos de mi amado.

—Despierta, pequeño. Hemos llegado —me sonríe y mi memoria falla obligándome a preguntarle:

—¿Adónde?

Mi verdadero cieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora