Capítulo 22/2: Una Oportunidad.

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Capítulo 22/2.

Una Oportunidad.

Víctor.

—¡Aurelio!— grite muy fuerte abriendo la puerta de la casa de los Letrán. —¡Aurelio!

Me encontraba muy enojado por lo que había pasado con Mónica y tenía que hablarlo con él ponerle un alto para que ya no la dañara más.

—¡Chingada madre!— grite de nuevo.

—¿Qué pasa Víctor?— escuche a Ximena detrás de mí.

La mire y estaba a punto de decirle una sarta de cosas pero no era lo correcto, no me podía poner con una mujer por mas perra que fuera.

—Nada que tenga que hablar contigo—. Dije seco. —¿Sabes donde esta Aurelio?

—Está en su habitación no ha dejado de aventar cosas y no me quiere decir que pasó. ¿Tú sabes que le ocurre?—.

—Sí lo sé pero es algo que yo no tengo que decirte y escúchame bien quiero que sea la última vez que hables mal de Mónica Robles ella no te hace nada como para que a diario hables mal de ella. Déjala vivir en paz—. Ella me vio abriendo sus ojos muy grandes.

—No sé a qué te refieres con eso Víctor la mayoría de las cosas que les he dicho de ella son verdad yo se que quieres mucho a Mónica, si algo te dijo es mentira, ella es así, le miente a la mayoría de la gente para ella quedar bien ¿que no te basto que engaño a tu hermano?— dijo y sentí mi sangre hervir.

—Ella no lo engaño, o si lo hizo que bien es lo que merece Aurelio por lo estúpido que es cayendo tan bajó con una mujer como tú que no es nada comparada con Mónica la cual es todo.

—Estas mal Víctor, estas cegado también por el amor de Luciana la perra mayor de la familia.

—Te lo vuelvo a repetir Ximena no quiero escucharte decir otra babosada como esa aquí, la única mentirosa, perra y zorra eres tú—. Le infome dejándola sola en la sala y corriendo hacia la habitación que compartía con Aurelio.

Escuche algunas cosas golpearse contra la pared y la puerta estaba cerrada cuando intente abrirla me di cuenta que tenía llave.

Saque mis llaves y abrí la puerta encontrándome con una escena muy estúpida.

Aurelio tenía la mayoría de las cosas del cuarto tiradas en el piso la lámpara estaba quebrada y los vidrios esparcidos por toda la alfombra. Los cajones estaban tirados y los burós volteados. Él tenía los ojos rojos estaba sudado y el sudor me confundía si estaba llorando.

—¿Qué hiciste?— Le grite. —Que mierda tienes en la cabeza haciendo todo esto cuando dejaste a una mujer en pésimas situación en su casa y para rematarla embarazada cabrón—. Dije entrando a la habitación caminando hacia donde estaba sentado.

Aurelio no respondía, en sus manos algo tenía pero yo no alcanzaba a ver que era. Lo escuche sollozar y luego vi como rompía lo que tenía en las manos.

—No sé quien tiene más mierda en la cabeza si yo o tú que sigues viendo a la mujer que me engaño y encima tienes fotos de sus bastardas—. Explicó aventando los últimos papeles que tenía en sus manos.

Después de eso caí en cuenta que lo que había roto era la última fotografía que Mónica me había dado de las mellizas.

—Yo no tengo mierda en la cabeza porque ellas son mi vida—. Lo tome por los hombros para levantarlo.

—¿Tú vida?— tiro una carcajada amarga separándose de mí. —Esas zorras no son tú vida hermano, abre los ojos mira lo pendejo que te tienen esas viejas.

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