Capítulo 33/1: Rosas rojas.

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Capítulo 33/1.

Rosas Rojas.

Mónica.

La idea de Aurelio se me hacía muy extraña. En verdad no lo recordaba nada, no sabía quién era o qué había pasado entre nosotros antes de mi accidente. No podía creerle y el único que me podía ayudar a aclarar todo era Armando.

Necesitaba que él me dijera si era verdad que tenía hijas y que ese hombre era mi novio. También necesitaba saber si era verdad que él sentía algo por mí.

No me gustaba estar sólo acostada, necesitaba levantarme y caminar por la habitación. También el collarín me estaba matando de calor aunque en la habitación se sentía algo de frio.

Me dolía la aguja que estaba en mi mano, la máquina que marcaba mis latidos también está hartándome.

Recordé que cerca de mi mano derecha había un botón que el doctor Armando siempre picaba y alguna enfermera contestaba.

Pique ese botón e hizo un extraño sonido.

Ni siquiera sabía si era el botón correcto o ya había hecho algo mal.

Mi cabeza no se podía girar, el collarín abarcaba parte de mi barbilla lo que me impedía mover mi cara.

— ¿Sí? —Escuché una voz que venía por debajo de mi mano.

—Señorita, necesito ver al doctor Tamez. —dije algo fuerte para que me escuchara.

Escuché otro pequeño sonido.

—Enseguida va. —Se limitó a decir y no le contesté.

Esperé algunos minutos y vi al doctor entrar con una gran sonrisa y sus manos estaban ocultas detrás de su espalda.

— ¿Cómo está la paciente más linda que tengo? — yo sonreí.

—Bien, algo cansada mis ojos duelen, ¿es normal? —pregunte y él asintió acercándose más a mi cama.

—Cuando alguien despierta de un coma temporal, lo mejor es que descanse y duerma muy bien. A pesar de que estuvo mucho tiempo descansando el cuerpo necesita más energías, las cuales sólo puedes darle durmiendo. En tu estado lo mejor es eso. —señaló con una sonrisa sin sacar las manos por detrás de su espalda.

Sonreí.

—Lo que pasa es que ya no quiero dormir, quiero levantarme de esta cama y caminar por la habitación. También quiero quitarme este collarín que me produce un calor insoportable, la máquina si sigue sonando así te juro que la aventare por la ventana. —dije y el doctor sonrió sacando las manos por detrás de su espalda. En sus movimientos escuche un crujidero y luego él sonrió sacando por completo algo en vuelto en papel.

—Necesito saber si tienes el olfato desarrollado, si el golpe que te diste no te afectó en nada y decidí traerte esto. Unas rosas rojas para una mujer tan linda como tú. —explicó poniendo las flores cerca de mi mano.

Alcance a agarrar una, era suave y estaba mojada. Tamez las acerco más a mi rostro y yo sonreí.

Su olor era fresco, muy rico. Un olor que recuerdo perfectamente. Cerré mis ojos y a la mente se me vino una pequeña escena.

»Era un jardín grande con sácate verde, una niña rubia junto a una mujer caminaban por él tomadas de la mano. Se veían muy felices, la mujer tenía una sonrisa hermosa y la niña era muy parecida a ella.

Se pararon en una jardinera en donde había muchas plantas y muchas rosas como las que me trajo el doctor.

Eran rosas, rojas y blancas. La mujer cortó algunas y se las paso a la pequeña niña la cual por accidente se picó con algo. La madre movió la cabeza y le sonrió besando su pequeño dedo lastimado.

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