Capítulo 27/2: Sé fuerte.

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Capítulo 27/2.

Sé fuerte.

Luciana.

El doctor Armando vino a avisarnos que ya podíamos entrar a ver a Mónica. Después de una pequeña discuta, los hermanos Robles decidieron que entrara primero yo, porque ellos tenían que hacer una llamada.

Ahora me encuentro nerviosa y alegre. Veré a mi amiga. A lo mejor no como siempre, ya que amo verla con su sonrisa y su voz ronca. Pero hoy no es posible. Hoy está dormida y no hay nada que la haga despertar hasta que todo en su cabeza se componga.

La enfermera que anteriormente vimos, ahora sólo está a nuestro servicio. Me llevó a un cuarto en donde me pusieron un traje azul y me hicieron desinfectarme completamente.

Ahora vamos camino a la habitación en donde está. Vi un pequeño letrero que decía Cuidados intensivos y me prepare mentalmente para lo que vería.

—Aquí es señorita— dijo la enfermera. Yo asentí —En diez minutos vengo por usted, para que entren los demás. — la enfermera se marchó, y me dejo frente a la puerta de la habitación.

Respire profundamente, y abrí la puerta.

Mi amiga. La amiga con la que he vivido gran parte de mi vida, estaba ahí. Con su piel más blanca, su cabello alborotado, sus labios pálidos y sus ojos algo morados. Sus brazos estaban por fuera de la sábana y pude ver lo lastimados que estaban.

Me partió el alma verla tan calmada, llena de aparatillos en su cuerpo y un grande en su boca. Ella necesitaba todo eso para sobrevivir.

Una venda cubría parte de su cabeza. Supongo que cuidaba el golpe que había tenido.

Me acerque a ella y la cosa se puso peor. La desconocía completamente porque ahora no tenía esa gran hinchazón en su barriga. Ahora era la Mónica de hace siete meses.

Acerque una silla que estaba en una esquina, y me senté a un lado de la cama.

Tome su mano y la apreté.

—Hola amiga—susurré. Sentía un nudo en la garganta —Me alegra mucho verte, y me alegra saber que estas con vida y que vas a salir adelante. Tienes que hacerlo por las mellizas. — Traté de sonreír, pero tal vez salió como una mueca dolorosa — ¿Te acuerdas cuando decíamos que éramos muy chingonas? Ahora tú debes demostrarlo, debes ser una mujer chingona que no se va a dejar vencer por la muerte. La que va a pelear con uñas y dientes para estar bien. Serás las que se va levantar de esta cama y volver a casa con nosotros, tu familia. Si no lo haces no se qué pasaría— dije levantando su mano y dándole un beso dejando que mis lágrimas mojaran mi rostro — Eres una persona muy importante para mi, tal vez nunca te lo digo, pero lo eres. Una amiga con la cual sé que siempre confiaré y que estará conmigo para todo. Yo me muero si algo te pasa porque prometimos no abandonarnos nunca, y que si lo hacíamos, una iba a regresar a la otra a puro plomazo. Y si tu me abandonas juro que iré hasta el infierno por ti— aunque mis lágrimas estaban en mi rostro, reí para mi misma—porque ni pienses que irás al cielo con lo zorrita que eres. Además quiero más sobrinos, Eva y Yiyi son hermosas hace un rato Víctor y yo las conocimos y les daremos de comer. Eva tiene un parecido a ti, es muy linda y su cabello es como el tuyo, a diferencia de Ava que es morena como... —en ese instante, la voz se me quebró. Me quedé callada momento —Como ya sabes quien— dije al fin.

Levanté la mirada y vi su rostro.

— No me dejes Mónica, no me dejes sola — apreté su mano, y recargue mi frente en el colchón de la cama —Eres una mujer chingona, estás sobreviviendo, y no debes perder la batalla. Tú nunca pierdes las batallas. Eres una Robles y lo lográs. Yo confió en que lo harás— dejé que todo aquel sentimiento que tenía dentro de mí, saliera. Necesitaba ser fuerte por ella— Te quiero muchísimo amiga y no te dejare sola nunca.

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