Parte 37

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La cálida noche de primavera recorrió su cuerpo con un poco de aire; el cual nunca pudo descubrir el origen; su profundo suspiro o aquellas olas que la cubrían como siempre.

Cerró los ojos, y el sonido del choque con las rocas y la lejanía del cantar de los pájaros fue todo lo que su cabeza imaginó. Seguía siendo amante de ese lugar.

Sus pies descendieron, con un contacto casi pleno gracias a sus zapatillas azul cielo. Se removió el cabello, provocando que este se despeinara.

Acarició el árbol, que ya había crecido, que seguía fuerte. Lo contrario que su amor había hecho. Sus marcas seguían ahí. Su amor seguía ahí, aunque sin ellos. Una solitaria lagrima volvió a caer sobre sus mejillas, y se maldijo por hacerlo. Él no lo merecía, pero tampoco podía borrarlo en un solo día. Nunca pensó terminar así, nunca imaginó su vida, odiándolo o solo agradeciendo que se hubiera "muerto", ya que por fin comprendió que todo era mentira.

- Aún lo recuerdas... - una voz,  logró que su cuerpo templara y sus pies se rindieran.

- Lo extraño, es que tú lo hagas. - quito la cúpula que estaba logrando que sus mejillas se enrojecieran.

- No sabes nada... - giró la cabeza, y solo observo todo su cuerpo.

- Y no lo necesito. Por fin, comprendí quién eres. - se ajustó la camisa blanca debajo del chaleco de piel.

- La giró de un solo movimiento y la miró a los ojos. - Tu dices que sufriste, dices que me quieres, pero crees que yo no?

- Exactamente eso es lo que creo. - sonrío, burlona.

- Pues estas mal. - te tocó la cien. - tu cabecita solo deja ver tu dolor, o por lo menos el que dices sentir.

- Tu sí que no sabes nada. - se desprendió de su amarre, y fue ahí donde él pudo observar unas cicatrices en ambas muñecas.

- Que te pasó?

- Nada que te importe. - se las volvió a cubrir.

- Si me importa... - tomó su mano, y fue acariciando cada marca, cada pequeña subida del paso de los años. Una lágrima ahora, fue a él, la que se le escapó. - Que te pasó?

- Nada.

- Stana....

- Que?

- Dime... - sus ojos ya no estaban ajustados a su razón.

- No tengo nada que decirte. Tú eres el que no me cree, tú eres el que dice que no sufrí tu ausencia, tú eres el que no crees que quise haberme muerto contigo...

- Fue mi culpa... - dijo en un suspiro, casi sin palabras.

- No, fue la mía, por imaginar que tú amor era mío.

- Lo siento...

- No tienes porque, es mi culpa...

No se resistió a aquellos ojos avellanas, y la abrazó tan fuerte, como si nunca quisiera soltarla. Dejó que sus sentimientos la cubrieran, y la supieran suya. La ama, a pesar de todo, la ama como el idiota de siempre, que llora por verla llorar, ríe con ella, y da gracias por cada minuto a su lado.

Recorrió su espalda, y agarró su pelo, tratando de que esos años se resumieran en dolor de ambos, y anhelo.

Stana al contrario, estaba demasiado dolida, aún necesitaba explicaciones, aún lo necesitaba.

- No necesito tu lástima... - quitó todo su cuerpo de ella.

- No es eso...

- Pues no sé qué será, porque estás comprometido, feliz....puede ser culpa, pero no tienes porque.

- Suspiró. - Nunca entiendes nada, no sabes lo que pasó conmigo todo estos años.

- Ya no es mi problema, tengo ahora una familia, en la que tú no estás en ella, así que no me importa. - las mentiras se habían convertido en su verdad, la valentía era su punto de control en ese momento.

- No me digas eso. - lloró, ahora sí dejó que todo lo que había guardado saliera.

A pesar de que también le doliera, de saber que cada palabra se le clavó en su corazón, como aquellos recuerdos de él junto a Kate, en la mañana, lo dejó solo, y triste. Se conocía demasiado y sabía que al final cedería a sus besos, a sus abrazos, a todo él.

Y Si Te Quedas, Qué? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora