Parte 39

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La venganza nunca fue la mejor razón para dejar todo atrás, y comenzar de nuevo; nunca contuvo la fuerza necesaria para solo ser. Te hace odiar sin motivo y consumirte entre esas cuatro paredes que la constituyen. Odiar es odiarte, vengar es destruirte.

Nathan no entendía de razones, y se mantuvo vivo para eso, así que llegaría hasta todas las consecuencias, aunque la destruyera. Pensaba en su pequeña, que era la que no comprendía nada, y sobre todo no tenía la culpa. Era la única que podía retenerlo y dejar que pensara una, y otra vez; todo.

El recorrido hasta ABC no fue el mejor, pero si el único en mucho tiempo. No estaba acostumbrado a esto, mucho menos a tener que verla todos los días. Aún no comprendía como pudo decir que si, a ese estupido trabajo, a ese puesto y al retorno de la serie. Tendría que volver a fingir como antes, vivir en ese mundo que tanto odiaba y verla, sobre todo ver sus malditos ojos avellanas, su hermosa sonrisa y oler su aroma.

Entonces, pensó que sería mejor, porque el hideputa de Mark estaría ahí también, podría vigilarlo más de cerca. Pagaría por lograr que sufriera, por el tiempo perdido, por no poder ver cómo su Sophi crecía; por todo.

Se bajó del coche y respiro el aire a trabajo, esfuerzo y cámaras. Lo había echado de menos; tanto. Añoraba sus horas en su escondite, en su camerino, en su casa, aquella que siempre estaría para el.

Caminó por los pasillos entre las caravanas blancas de los actores. Observo a varios niños jugando a su alrededor, y pudo nombrarlo a todos. Su atención fue llamaba por una pequeña de ojos azules, su sonrisa; era igual a la de ella, con su pelo oro. Había podido compartir unos segundos antes, pero esta vez la contempló como nunca. Su hija. Su pequeña. Suya. Fruto de un amor que a pesar de todo ahí estaría.

Sophia corrió hasta donde él estaba, con un poco de trabajo, ya que a la mitad del camino se tropezó con una piedrecita. Nathan, como acto reflejo camino rápido hasta donde ella estaba y la sostuvo en sus brazos. Sintió como su corazón se partía a ver sus lágrimas, y comprendió que la protegería de todo.

- Te duele mucho? - a lo que la pequeña respondió moviendo la cabeza. - Pues yo tengo una pócima mágica que lo cura. - sonrío, y amo como ella lo hacía también. Stana, fue todo lo que su mente razonó.

- Y co..no esss? - preguntó, llevando una mano hasta su espalda para sujetarse.

- Pues, usted tendrá que darme dos besos, primero...

- sin dejar que el terminara, Sophia lo besos. - Ya 'ta.

- Pero si no había terminado, pequeñina. - río, y realizó muchas cosquillas en su tripa.

- Vale vale. - Sophi trató de hacerlo igual con su cuello, pero sin éxito.

- Y ahora, me tiene que dar un abrazo muy fuerte, y su rodilla mejorará.

La pequeña lo realizó, y después salió corriendo porque decía que se sentía mucho mejor. Stana observó la escena desde el foro, y sonrío, porque a pesar de lo enojada que podía estar con el, nunca ocultaría que lo ama y que es; o será el mejor padre de todos.

Sin saber porque Nathan se giró; encontró sus ojos. Su mundo se quedó en ellos, todas las peleas, los celos o las venganzas quedaron fuera, y disfrutaron de la conexión que formaban.

Ella fue la primera que dejó la tentación a un lado, porque a pesar de todo no podía olvidar verlo con ella, tenerlo y no; a la vez. No lo comprendía, no entendía sus acciones, como lograba sentirla segura y amada, a la vez que lograba desvanecerla.

Caminaron hasta el mismo lugar, ya que una sorpresa estaba preparaba para el retornado de la muerte.

Nathan se quedó perplejo ante menuda fiesta. Tenía los mejores. Juliana, Seamus, Tamala y Jon lo saludaron emocionados.

- Cuando tiempo? - comenzó este último. - Nunca pensé volver a abrazarte. Me alegra que estés bien, que estés aquí con nosotros.

- Nate - lo abrazó Tam. - Te he echado de menos.

- Y yo.

Así siguió con todos, hasta llegar a Stana. Ambos se quedaron en el mismo lugar, después solo se abrazaron por cortesía, dejando que sus pieles se rozaran lo menos posible.

- Aquí te presento a tu tocayo. - hablo Juliana. - Que a pesar de la diferencia de edad, se parecen mucho.

Todos rieron, y los Nathans se dieron la mano.

- Mucho gusto, espero que seas un buen chico, como yo. - ironizó este.

- Si claro, mi amor por lo menos tú no juegues con las mujeres. - explicó Stana. El pequeño no entendió nada, pero río a lo que su madrina decía.

- Ya, como tú eres una santa. - bufó Nate. - Que al instante corriste a los brazos de otro. - le dio la espalda y acaricio el pelo del niño.

- Venga, por favor, a celebrar. - Seamus trató de quitar la tensión del ambiente.

Todos comieron, y se divirtieron; lo posible, mientras Sophia pasaba gran parte del tiempo con su padre, mientras que Fillion maldecía a ese idiota, por dentro, aunque sus ojos lo delataban.

Después, comenzaron sus actividades rutinarias: maquillaje, lectura, prácticas y acción. 

Sus labios besaban igual, sus caricias eran las mismas; no eran fingidas. Volvían a esconderse detrás de esos disfraces, volvían a olvidar que no eran ellos los que sentían, los que deseaban, y los que amaban. Sus manos buscaron rápidamente la comodidad en el cuerpo del otro, y como acto reflejo ambos desprendieron un te amo de sus labios.

Seguían siendo ellos. Las manos de Nathan la enredaron y descubrió que el calor que su cuerpo brotaba volvía, que sus corazón volvía a cubrirse de amor, y nada más. Stana, a la vez, comprendió que él era suyo, para siempre, y se lo demostraría que nada podría volver separarse. Recordó las veces que era el quien le demostraba que a pesar de lo mucho que decidiera borrar todo, y comenzar de nuevo; era imposible, estaban destinado a amarse o morir juntos. Ahora sería ella, quien le demostraría a ese cabezota que será suyo, y que la amara por siempre.








Volver a casa significa volver a la realidad, a su vida con Kate, a todo eso que gracias a dios no le recordaba a ella. Notó como Stana había cambiado en las últimas horas, pero le restó importancia porque solo quería disfrutar de los pocos momentos que tenía con su hija. Su-hi-ja... Aún no parecía realidad, pero toda ella era el; aunque tenía mucho de su Stana.

Quito esos pensamientos de la cabeza y tomó el Highway a toda maquina. La velocidad se había convertido en su escapada, adoraba el sonido del motor y todo eso que lo hacía más fuerte, valiente.

Cuando estuvo a la distancia adecuada para tomar N Santa Mónica Blvd y apoderarse del cuarto carril, el freno parecía no responderle y la velocidad no disminuir. Se alarmó, pero respiro. Repitió el mismo movimiento, sin logro.

Sus manos controlaban el volante, con toda su fuerza. Un coche detrás tocaba el claxon para que decidiera que hacer, mientras otro se lanzaba sobre el para adelantarlo. Ante aquella situación cambió rápidamente de carril, y en un momento solo pensó en sus princesas; Stana...Sophia, y su coche salió en un solo segundo disparado hacia unos árboles a su derecha.

Su mente no procesó nada más.

Y Si Te Quedas, Qué? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora