Uno

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Ciudad de México, junio 2017

Anna estaba recostada en la cama de su habitación, mirando el techo y contemplando los relieves que provocaba la pintura blanca en éste, había sido un día pesado, dos exámenes y una discusión con el que ella creía su mejor amigo, el asunto es que él no la veía solo como su amiga -y ese día se lo hizo saber cuándo intento robarle un beso- de hecho, ningún hombre con el que se topaba podía verla como solo amiga, supongo que eso era uno de los inconvenientes de ser una mujer inteligente, madura, medianamente hermosa y muy agradable. La discusión con Sergio solo sirvió para afianzarle la idea de que la amistad sincera entre hombre y mujer no era posible. Se dio vuelta en la cama y se topó con un collage de fotografías pegadas a la altura de su cabeza, Gianluca Ginoble, él si debía ser un hombre con la suficiente madures para saber ser amigo de una mujer, aunque, claro estaba, Anna con Gianluca no quería una simple amistad, era el amor de su vida, y se lo hizo saber más de una ocasión enviándole mensajes a sus cuentas o simplemente comentando cada foto que él posteaba con decenas de corazones, sí, allí es donde la madurez de Anna terminaba. Eran alrededor de siete fotos impresas en mate, en cinco de ellas solo estaba Gianluca, sonriendo, feliz de la vida... y en las otras dos estaba el trio al que pertenecía, Il Volo. Anna amaba su música, amaba el género desde antes de conocer la existencia de Il Volo, amaba la música que sonaba trágica, no la deprimía, no, la hacía soñar, la hacía pensar e imaginarse en otro sitio, para ella la magia consistía en eso.

Era viernes, eso significaba que podría tener tiempo para ella misma sin tener que preocuparse por la tarea del día siguiente, ese día no saldría, se quedaría en casa y miraría alguna película. Se levantó de la cama y se dio un baño, puso un paquete de palomitas en el horno de microondas y se dispuso a escoger que película mirar. ¿Algo romántico? No, debía alejarse de todo aquello que le hiciera dudar de haberle dado un bofetón a Sergio. Mejor vería algo que la asustará, The Ring parecía una buena opción, esa película la había traumatizado lo suficiente cuando era niña, esa tarde ella estaba dispuesta a superarlo. Se escuchó un sonido que venía del microondas, las palomitas estaban listas, fue por ellas y justo en el momento en que le iba a dar play a la película vibró su celular, era una notificación, del Club de Fans de Il Volo en México, trato de resistir el impulso de tomar su celular y checar lo que decían, pero fue inútil, soltó el control de la tv y tomó su celular. Y en efecto era un anuncio, Il Volo estaría en México. Tomo la almohada de su sofá y la utilizo para callar un grito, no quería que su compañera de departamento se despertara asustada. Il Volo estaría en México la siguiente semana, simplemente no podía creerlo, tal vez ahora sí podría ver a los chicos, ver a Gianluca. Se olvidó de la película y tomo su computadora, quería saber detalles del arribo de los chicos al país, cuántos días y bajo que condiciones. Quiso llorar cuando se dio cuenta de que era una semana, ¡una semana! En la que quizá se encontraría con Gianluca en la calle mientras él daba un paseo y se enamoraría de ella, así como en las películas.

Mientras, a miles de kilómetros de distancia, aquellos que eran los protagonistas de los sueños de Anna miraban el calendario que su mánager había puesto frente a ellos.

- ¡... y después es el turno de México! – dijo Piero desde su sofá.

–¡Uy México! Tacos y guacamole– lo secundo Gianluca a la vez que ciertos recuerdos culinarios aterrizaban en su mente –grandioso.

–Sí muchachos, grandioso– dijo Ignazio mientras entraba a la estancia –pero ya es la siguiente semana, así que hay muchas cosas que arreglar. Los tres estuvieron de acuerdo.

Piero se fue a su habitación en el hotel, estaban en Buenos Aires, era el turno de ir a promocionar su nuevo disco a Uruguay, y luego a México. Hizo un video llamado a casa, esta vez, ninguno de sus padres pudo acompañarlo, y sus hermanos estaban en clase así que se sentía solo, extrañaba su hogar. Cuando termino de hablar con ellos dejo sus lentes sobre el mueble y se cambió de ropa, iría a cenar algo con los chicos, ya era hora, su estómago se lo estaba exigiendo.

Mientras se vestía no pudo evitar recordar el momento en el que le hicieron la propuesta, esa propuesta que cambio su vida para siempre, formar un trio, ser parte de Il Volo, recordaba la reacción de sus padres que lo habían acompañado a la reunión y la de los familiares de Gianluca e Ignazio cuando les dijeron que grabarían un disco. Se sintió tan feliz que creía que era un sueño y que en cualquier momento despertaría. Y luego cuando el primer disco fue un éxito y dieron su primer concierto... no sabía con exactitud porque estaba recordando todo aquello, pero lo hacía sentir feliz, lo hacía sentir pleno y que todo el sacrificio de estar lejos de casa valía la pena porque estaba viviendo su sueño.

Cuando bajó, Gianluca e Ignazio ya estaban en la recepción, esperándolo. –Anda Piero – muero de hambre – le dijo Ignazio con las manos extendidas.

–Ya voy, tranquilos – les contesto el muchacho, aunque sin ánimos, se sentía nostálgico y no lograba comprender del todo el porqué.

Llegaron a un lujoso restaurant y ordenaron un corte de carne cada uno, el frio de junio les hacía sentir más hambrientos.

–¿Qué te pasa Piero?– preguntó Gianluca al notar su poco habitual bajón de ánimo.

–Nada, es solo que hoy me siento extraño– respondió tratando de simular una sonrisa –extraño mi casa, eso es todo.

–Vamos hombre– intervino Ignazio –no te pongas triste o nos deprimirás a nosotros, además, me tienes a mí–. Dijo guiñándole un ojo haciendo que Piero soltara una risa y le hiciera una mueca.

Los tres chicos regresaron al hotel, era hora de descansar, mañana viajarían de nuevo muy temprano. Piero hizo sus maletas y después de un rato se metió a la cama con el propósito de dormir, pero no pudo hacerlo, no logro conciliar el sueño, de pronto era consciente de un sentimiento de vacío que calaba en su interior.

Anna tampoco había podido dormir esa noche, pero ella porque había estado ideando un plan, sí, un plan para ver al amor de su vida, a Gianluca, tenía una semana entera para tener todo perfectamente acomodado para poder verlo. En la firma de autógrafos del tercer día de su estancia en México Gianluca sabría de la existencia de Anna, estaba totalmente decidida.

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