Veintidós

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Tocaron a la puerta de la habitación de Anna muy temprano en la mañana. Ella acaba de salir de la ducha y seguía envuelta en una toalla.
- ¿Quién es? - preguntó extrañada

Señorita - dijo una de las muchachas que ayudaba a María con la limpieza - hay unas personas que la están buscando, su padre ya está con ellos en la estancia, me pidió que viniera a buscarla.

- ¿Sabes quiénes son? - preguntó Anna un poco inquieta.

- No, es un muchacho y dos señores.

- Oh, muy bien, diles que enseguida bajo, Lupita.

- Muy bien señorita.

La muchacha se fue, Anna se sentó un momento sobre la cama, ¿Acaso era Piero? Por un momento la emoción de creer que era él la invadió, pero ¿por qué venia con dos señores? Seguramente era por las fotos en la red, debió haber sido un problema para él. No importaba por qué, lo único importante era que Piero estaba abajo y que podría aclararle las cosas. Se vistió de prisa, se cepilló el cabello que aún seguía húmedo y se miró al espejo. Sus ojos lucían ojerosos e hinchados, había llorado mucho y dormido poco; se aplicó un poco de maquillaje debajo de estos, no quería que Piero la viera en su peor momento.
Abrió la puerta de su habitación, hacían casi 24 horas que no salía de ella, la asustaba que su padre fuera a recriminarle algo de lo que había sucedido, pero se consoló pensando que si tenían visitas él y María sabrían comportarse. Respiró profundo y bajó corriendo las escaleras, con el corazón acelerado ante la idea de ver a Piero después todo lo que había sucedido.

Estaba a punto de gritar el nombre de Piero cuando dobló hacia la estancia, pero se detuvo, no era Piero quien estaba allí, era Francis, su padre y otro hombre al que jamás había visto, su padre estaba sentado al frente de ellos, pero a la espalda de la entrada de la estancia. se quedó pasmada un momento en la puerta; al verla el padre de Piero se puso de pie, seguido de Francis y el otro hombre, su padre también se puso de pie y volteo a verla, - ven aquí - le dijo secamente. Anna se acercó despacio y tomó asiento al lado de su padre. Todos volvieron a sentarse.

Anna - dijo su padre, con el mismo tono agrio que había usado desde que los problemas comenzaron a florecer en casa - ¿Conoces a los señores?

Ella asintió con la cabeza. Los vasos de agua que estaban en la mesita del centro seguían llenos.

Están aquí - continuó el hombre - porque dicen que tu publicaste unas fotos. ¿Es eso cierto?

No - dijo ella dirigiéndose a las personas del sofá de enfrente y nerviosa por la reacción que fuera a tener su padre continuó: - Piero y yo salimos a bailar, alguien tomó fotografías y las publicó, juro que yo no tengo nada que ver con eso...

- Ves como María no mintió - dijo su padre un poco por lo bajo.

Yo no dije que lo hiciera, papá - respondió Anna muy despacio y con el rostro enrojecido de vergüenza - ¿Piero cómo esta, señor?

- Él está bien, muchacha, es por el asunto de las fotografías que estamos aquí, él es el licenciado Casper, representante legal - dijo el señor presentando al hombre que venía con ellos.

- ¿Representante legal? No entiendo.

Sí - dijo el licenciado entrando en la conversación - escuche señorita, yo estoy aquí para que nada de lo acontecido entre usted y mi cliente trascienda, es decir, que lo que sea que haya sucedido entre ustedes no se haga del dominio público. La publicación de las fotografías ha traído bastantes inconvenientes a mi cliente, incluyendo problemas con la disquera, temen que este asunto afecte las ventas del disco y de entradas a los conciertos.

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