Quince

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Lo último que Piero podría esperar era encontrarse con Anna en aquel sitio. Por un momento, durante el aturdimiento de la caída creyó haber imaginado su rostro al verla sobre de él, pero una palabra de ella basto para hacerle darse cuenta de que aquello no era producto de su imaginación.

–¡Por Dios!– exclamó Anna aun en el suelo, tenía los ojos muy abiertos, y por la carrera tenía las mejillas sonrojadas y la frente sudorosa –lo... Lo siento–.

Piero no decía nada, estaba tirado mirándola incrédulo y con el ceño fruncido.

–Lo... siento, ¿te he hecho daño?– dijo ella levantándose.

Piero la imitó, se sacudió la ropa, traía puesto un pantalón beige exactamente igual al de aquel muchacho a quien Francis había confundido.

–No, estoy bien– dijo Piero al cabo de algunos segundos –¿y tú? ¿Te has lastimado?–

–No, estoy bien también–.

Se quedaron mirando durante algunos segundos. El corazón de Anna latía presuroso y las manos le temblaban por la impresión.

–¿Qué haces aquí?– preguntó Piero con un tono bastante agrio, por un momento pensó que de alguna manera se había filtrado la noticia de que estaba en México y ella había decidido seguirlo, como harían algunas fans normalmente.

–Vivo aquí cerca, en la Hacienda de Grana–.

–¿Vives cerca de aquí?– preguntó él incrédulo.

–Así es– Anna estaba comenzando a incomodarse. Podía sentir cierta tensión –tengo que irme, mi papá debe estar esperándome en casa–.

–Esta bien...– contestó Piero simplemente.

Sin saber bien que hacer Anna levanto la mano en ademán de despedirse, lo rodeó y comenzó a caminar en dirección a la salida de la zona arqueológica.
Él comenzó a caminar muy despacio en la dirección opuesta. –¡Maldita sea!– dijo para sí mismo al tiempo que regresaba a verla y se rendía ante sus propios instintos.

–¡Anna! ¿Puedo verte más tarde?– el grito de su nombre seguido de la propuesta había salido de su boca antes de que pudiera pensarlo siquiera.

La muchacha volteo enseguida con una sonrisa que le iluminaba el rostro.

–¡Esta bien! ¿A las cinco en la entrada?–

–¡Sí! Esa hora suena bien–.

Ella volvió a sonreír y siguió su camino a la salida, Piero se quedó allí parado viéndola irse hasta que el timbre de su celular lo hizo reaccionar. Era Francis:

–"Eh cabeza de vaca ¿dónde estás metido? Estoy en el área de alimentos y be bi das. Aquí te espero"

–"Vale, voy."

Piero se tomó su tiempo para encontrar dicha área, caminaba realmente sin rumbo, impresionado e incrédulo. Se había jurado dejar por la paz todo lo relacionado con esa chica, y a la primera oportunidad que volvió a verla la invito a salir. Se sentía un hombre débil. ¿Y si ella aún estaba saliendo con el imbécil de Sergio? Después de todo ella le había dicho, en aquel último mensaje que harían las pases.
Sin embargo, también estaba embargado de una extraña sensación de felicidad, haberla sentido tan cerca le había hecho perder los sentidos mucho más de lo que quería admitir. ¿Qué le iba a decir cuando la viera más tarde? No tenía idea.

Llegó hasta donde su hermano quien ya estaba desesperado, se fueron caminando a la finca, Francis iba contándole acerca de lo productiva que había resultado aquella mañana y de las fotos que había sacado, pero Piero no le ponía atención, simplemente no podía. Llegaron a la finca en donde sus papás y su hermana ya habían llegado, comieron y se dispusieron a darse un baño, Francis había planeado visitar una zona un tanto alejada y toda la familia iría, menos Piero, quien ya había decidido quedarse, aún faltaban dos horas y media para su cita. Se fue a su habitación "Hacienda de Grana" escribió en Google Maps y resultó que dicha hacienda estaba relativamente cerca de la finca en donde ellos estaban, a 10 minutos caminando según la App.

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