Diez

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Después de comprar algunas cosas que le hacían falta en el supermercado Anna caminó hasta su departamento, eran solo algunas cuadras y le servía para pensar. Por un momento no sentía nada, era como si él hecho de haber conocido al trio que tanto amaba no significara nada para ella, e incluso su corazón se mantenía calmado cuando pensaba en que había tenido la suerte de conocer al amor de su vida, y le pareció absolutamente más irreal la idea de que Piero hubiera querido besarla. En fin, se sentía extrañamente en paz, incrédula ante tan maravillosa situación. Ni siquiera la existencia de Sergio la inquietaba ni el hecho de no poder ir a casa hasta dentro de cuatro días le incomodaba.
Entró al edificio, saludó al portero como de costumbre y subió las escaleras hasta el cuarto piso, no quiso esperar el ascensor. Dejó en la cocina las pocas cosas que había comprado: leche, shampo y un poco de comida, la suficiente como para no salir en los días siguientes, y se metió a dormir.

La soledad no solía sentarle bien, el hecho de llegar a un departamento vacío, sentirse acosada por Sergio, no tener más amigos a quienes ver en la ciudad y no contar con el completo apoyo de su padre la ponía en una especie de limbo... Y encima de todo eso, había conocido a los chicos de Il Volo, debería estar eufórica de la emoción, y durante algunos días lo estuvo, pero cuando toda la emoción termino se dio cuenta de que ya no podría pasar emocionantes noches en vela imaginando un encuentro perfecto con Gianluca o esperando como loca afuera de un hotel para poder conocerlos, eso ya lo había vivido. Era demasiado para sus emociones, más porque sabía que los chicos se irían y continuarían con su vida como hasta ese día lo habían hecho. En sus adentros sabía perfectamente que para ellos ella solo era una fan más de la que quizá se acordarían de vez en cuando, y cuyo nombre reluciría junto a la anécdota del bar o en él mejor de los casos simplemente olvidarían.
Así se sentía, era como si todos los sentimientos que tenía que haber en ella estuvieran encapsulados, y no podía evitarlo, estaba convencida de que Piero solo había querido besarla porque sí, y una vez más reafirmó la idea de que los hombres no sabían ser sus amigos.

Piero, en cambio, estaba realmente frustrado, el hecho de haber estado tan cerca de besarla y no haberlo conseguido lo ponía de mal humor, pero lo molestaba aún más el hecho de que fuera Gianluca quien lo hubiera impedido, se encerró en su habitación con el pretexto de que su malestar había regresado y sin saber bien que hacer se dispuso a ver una película, pensó en escribirle para disculparse pero no sabía bien de qué, no podía quitarse su rostro de la mente, no sabía por qué sentía todo aquello pero estaba consciente de que en dos días más tendría que partir y una parte de él agradecía que ese beso no hubiera tenido lugar, él tenía un camino que recorrer y seguramente una situación como aquella lo hubiera puesto en un aprieto.

Sergio, por su parte, estaba en su habitación mirando en su portátil de manera poco sana las fotos que Anna había posteado en Facebook, estaba obsesionado con ella, se decía así mismo que no podía permitir que después de tanto tiempo invertido se le fuera de las manos, y estaba completamente determinado a tenerla al precio que fuera necesario.

Anna despertó a las cuatro de la madrugada y hambrienta se dirigió a la cocina, se sirvió un poco de leche y tomó una manzana, de repente recordó que Mónica no estaba durmiendo en la habitación de al lado y el miedo junto con una extraña presión invadió su pecho y comenzó a llorar, la soledad le asustaba mucho más de lo que recordaba. Desde la muerte de su mamá cuando tenía 9 años ella había quedado prácticamente huérfana, su padre se olvidó de que ella existía y se encerró en su trabajo, ella tuvo que pasar bastante tiempo sin el cariño del único padre que le quedaba, haciéndose amiga de las empleadas y los trabajadores, lo único que pudo agradecer de la llegada de María, cuatro años después, fue que hizo revivir a su padre, aunque ahora el hombre estaba a su completa disposición.
Camino a su habitación y se encerró nuevamente, se dio cuenta de que la oscuridad la inquietaba y encendió su lámpara, ya no podía soportar seguir a oscuras, quitó él modo avión de su móvil y encontró varios mensajes, todos de Sergio, menos uno.

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